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“Turistas, España os espera”... y espera

El anuncio de la cuarentena obligatoria se convirtió en campaña disuasoria para quien hubiese planeado viajar a España. Ahora toca remontar

  • Una de las excelentes playas del litoral gaditano -

España pondrá en marcha este lunes una experiencia piloto que autoriza la llegada de casi once mil turistas alemanes hasta Baleares -el 1% de los que lo hicieron el año pasado- para disfrutar de sus vacaciones de verano sin que tengan que someterse a las regulaciones que restringen desde el inicio del estado de alarma la entrada de turistas en el país, así como tampoco la polémica medida que obliga a mantener una cuarentena de dos semanas a los viajeros internacionales. Los participantes en esta experiencia deberán realizar una encuesta de salud durante el vuelo, serán sometidos a un control de temperatura cuando lleguen al aeropuerto y deberán facilitar sus teléfonos y lugar de alojamiento para realizar un seguimiento de su estado y proceder a su aislamiento ante un posible contagio.

El Ministerio de Sanidad, que supervisará la iniciativa a diario, quiere aprovechar la experiencia para comprobar la efectividad del procedimiento de cara al 1 de julio, fecha en la que se procederá a la reapertura de las fronteras al turismo internacional, y evitar riesgos ante la aparición de casos importados, como ya han empezado a producirse en la última semana.

Es una fantástica iniciativa si no fuera porque vamos tarde; dos semanas exactamente. Cuando los primeros turistas alemanes pisen suelo balear este lunes, las fronteras de los principales países europeos estarán abiertas para la llegada de los primeros turistas. Tampoco habría sido inconveniente, a lo sumo casi una causa de fuerza mayor, si nuestro Gobierno hubiese acertado desde un principio con sus mensajes en torno a la reactivación del sector turístico. El anuncio de la cuarentena obligatoria se convirtió de inmediato en campaña disuasoria para quien hubiese planeado viajar a España, y en coartada para el resto de países a la hora de descartarnos como destino preferente y señalar nuestras debilidades, que era como reivindicar sus fortalezas para captar visitantes. 

España, en definitiva, a la sombra de Egipto o Túnez: ellos perdieron los turistas que ganamos nosotros a causa de la amenaza terrorista, y Europa pretende nutrirse ahora de ellos a causa de nuestra gestión de la crisis sanitaria. Cuando Pedro Sánchez rectificó el paso -“Turistas, España os espera”- y marcó para el 1 de julio la reactivación turística, pudo calmar los ánimos del sector, pero volvió a alentar la sensación de que solo hemos sido referente a la hora de cometer errores. Nos amenazaba la sombra del fracaso cuando bastaba con seguir otros ejemplos, y seguimos bajo la amenaza... y a la espera.

Puede que la provincia de Cádiz soporte con mayor entereza que la Costa del Sol o el Levante la ausencia del turismo extranjero durante este verano, pero, por ahora, las previsiones tampoco permiten reeditar los llenos de los últimos años en los hoteles con las reservas al 50% a quince días de la llegada de julio, mientras insisten en la necesidad de contar con estímulos por parte del Gobierno central para afrontar un periodo plagado de pérdidas, empezando por las de los que han apostado por la reapertura.

Hay margen aún para mejorar esos resultados, ceñidos a la evolución de las dos próximas semanas, con el incremento de la movilidad entre provincias y, finalmente, entre comunidades, y, más aún, con la positiva evolución en la contención de la epidemia -en la provincia apenas quedan 120 casos activos en este momento-, lo que puede alentar un incremento de las reservas de última hora, pero la gran esperanza se ciñe ahora en el otoño, entre septiembre y noviembre, meses en los que los turistas centroeuropeos eligen nuestras costas huyendo del frío.

Y, es cierto; en lo que llevamos de año hemos aprendido que hacer planes está sobrevalorado. Puede que en nuestro día a día se limite a un mero contratiempo, pero en el mundo empresarial turístico, tan sujeto a las previsiones, supone aceptar un escenario de imprevisibilidad insoportable que ahora deben afrontar garantizando la seguridad del destino, que será su mejor aval ante la falta de mejores políticas en su favor.

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