La metadona sigue siendo una sustancia imprescindible para miles de antiguos consumidores de heroína que, en plena pandemia por coronavirus, son atendidos con especial dedicación en días de confinamiento por los sanitarios de los dispensarios repartidos por toda España.
Son los otros 'héroes de bata blanca': normalmente farmacéuticas, enfermeras y auxiliares de laboratorio que protagonizan una labor callada y poco valorada socialmente aunque realmente esencial para una pequeña y casi siempre invisible parte de la población en proceso de desintoxicación o que trata de convertir la adicción en una enfermedad crónica para llevar una vida más o menos "normal".
Asunción, Cristina, Verónica, Lidia, Sonia, Alejandra, Anaís, Isa, Natalia, Virginia y Juan ponen rostro a estos profesionales sanitarios insustituibles y que en este caso realizan su tarea en el dispensario de metadona de Alicante, dependiente de la Generalitat Valenciana, gestionado por Cruz Roja y que da servicio a unos 2.000 usuarios repartidos a lo largo y ancho de la provincia, que toman una dosis diaria.
El responsable de este único centro que fabrica el sustitutivo de la heroína en la provincia, Javier Rodríguez, ha destacado a EFE que la metadona mejora en gran medida la calidad de vida de estas personas con problemas, que responden a un perfil de unos 45 años, sin estudios ni estructura familiar y con bajos recursos económicos.
Una parte de los enfermos se acerca a recoger la dosis e ingerirla 'in situ' y el resto la recibe en distintos puntos repartidos por la provincia mediante vehículos adaptados (el 'metabús'), que se desplaza puntualmente según días a Elche, Orihuela, Benidorm, Elda, Alcoy, Villena, Villajoyosa, Dénia y Torrevieja.
Como ocurre con otros sanitarios que asisten discretamente a los distintos colectivos marginales, estos anónimos 'héroes de bata blanca' no suelen estar en la mente de quienes salen a sus ventanas y balcones cada tarde a las 20 horas para aplaudir a los que salvan vidas en las UCI hospitalarias contra el virus, pese a que están casi, casi en la misma primera línea de combate.
Esto es así porque no dejan que el virus sea obstáculo en su reto de atender a un colectivo de especial riesgo al Covid-19 por el simple hecho de ser extoxicómanos, ya que suelen presentar patologías asociadas, como el VIH o la diabetes.
Normalmente aprensivos, estos usuarios viven con especial nerviosismo el aislamiento obligatorio por el temor infundado a que Cruz Roja deje de ofrecer este sustitutivo sintético de opiáceo, lo que conllevaría el consiguiente síndrome de abstinencia, a lo que se suma el miedo a la amenaza real de contagio del coronavirus, por las imprevisibles consecuencias sobre su, a menudo, debilitada salud.
La metadona que se fabrica en Alicante es un jarabe a partir de los polvos de la metadona disueltos (en cada caso con una concentración prescrita por un médico) con agua destilada y a la que se añade aspartamo, un edulcorante que enmascara el amargor.
Para reducir riesgos y movilidad innecesaria, estos días se entregan dosis para entre una y dos semanas por parte de un equipo que, excepcionalmente, se ha dividido en dos grupos que trabajan en días diferentes y sin coincidir físicamente para, en el caso de contagio, garantizar el suministro.
En una treintena de casos la metadona es habitualmente recogida por los padres de los usuarios, a menudo bastante mayores, y con motivo de la pandemia se ha creado un dispositivo especial de 'entrega a domicilio' para disminuir el riesgo de contraer el virus de estos allegados, vulnerables ya de por sí por su edad.