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Cádiz

La Zona Franca deja de ser sueño para convertirse en realidad

Este 11 de junio se celebraba el 90 aniversario de la firma del Real Decreto que permitía su creación en la capital gaditana

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Imágenes de los inicios de la Zona Franca.

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90 años. Si fuera una persona diríamos que ya forma parte del colectivo de la tercera edad, pero para la Zona Franca de Cádiz podemos decir que se encuentra en su primera juventud.

El 11 de junio de 1929 se firmaba el Real Decreto que firmaba el rey Alfonso XIII  que aprobaba la creación de las zonas francas de Cádiz y Barcelona, a la vez que se facultaba al Gobierno para “autorizar el establecimiento de otra tercera zona franca en un puerto del norte de España, si los intereses nacionales lo aconsejaban”.

Se consideraba como zona franca, según el Real Decreto, publicado dos días más tarde por la Gaceta de Madrid, es “una franja o extensión de terreno situado en el litoral, aislada plenamente de todo núcleo urbano, con puerto propio o al menos adyacente y en el término jurisdiccional de una aduana marítima de primera clase”. Asimismo, explica que además de poder actuar como depósitos francos, se podrían instalar industrias no existentes en España, o las existentes en España sin carácter exportador, así como industrias existentes en España con radio exportador notoriamente deficiente que registre un decrecimiento paulatino.

Eso dice el decreto, que recoge el libro ‘Zona Franca de Cádiz. 80 años de historia’ firmado por el periodista José Antonio Hidalgo. En el mismo se ofrece una breve reseña sobre la situación política que vivía la capital gaditana en aquellos momentos, con la llegada de Ramón de Carranza al frente del Consistorio  de la mano de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. “Carranza llega a una ciudad que mantiene el déficit estructural que fue constriñendo su crecimiento desde décadas anteriores. Sufre la ausencia de una burguesía capaz de realizar inversiones productivas”, indica el libro publicado por la Zona Franca en su aniversario.

Ya en aquellos tiempos se echaba en falta la inversión en empresas industriales, salvo algunas excepciones. Cabe recordar la experiencia en la zona de Segunda Aguada con la instalación de la fábrica de automóviles Ford, que en 1923 se marcha a Barcelona  o la compra por el empresario vasco Horacio Echevarrieta de los astilleros de los hermanos Vea-Murguía. Es Carranza quien dentro de su modelo de ciudad opta por apostar por el “fomento de su puerto franco”, según recoge el libro ‘Ramón de Carranza, un oligarca en la crisis de la Restauración’.

En aquella época se ensalza el papel del puerto gaditano, que desde las autoridades locales consideran, que se debe de revitalizar y proteger por parte del Gobierno central, teniendo en cuenta que por la reiterada falta de superficie no existían posibilidades para que se instalasen industrias, así como para que emergiera otro sector que dotase de riqueza a la ciudad. De ahí, la apuesta de Carranza por la creación de una Zona Franca en Cádiz, que complementaría el puerto.

Ya en 1927, dice la historia, que se dibujaba la superficie donde se instalaría esa Zona Franca, desde el muelle de Puntales hacia el fondo, frente a la Bahía. Se plantea el alcalde la creación de un consorcio bancario que facilitase la financiación para la explotación de este nuevo espacio que atraería a empresas de fuera de los límites geográficos nacionales.

El proyecto se le encarga a Eduardo Torroja y Miret, a quien la Zona Franca rindiera homenaje en 2017 con la muestra ‘Eduardo Torroja, propuestas para la Bahía de Cádiz 1927-1928’, teniendo en cuenta su relación con la construcción del que iba a ser el primer puente sobre la Bahía y el diseño de la Zona Franca. Su proyecto sería redefinido por José Romero Carrasco.

La primera Zona Franca tenía prevista una superficie de 70.000 hectáreas, llegando desde Puntales, hasta El Chato, pasando por Santibáñez y el Caño Herrera. Ya con este proyecto de Eduardo Torroja, el alcalde gaditano pudo presionar en Madrid y se elaboró un plan de obras. El proyecto se vio reducido en espacio y en aportación económica.

A partir de 1928 se empiezan a poner sobre la mesa las funciones que podría tener esta Zona franca –tal y como cuenta el libro de ‘Zona Franca de Cádiz. 80 años de historia’-que con esta superficie será ideal para la instalación de grandes industrias de transformación de nuestros productos, como son los frutos españoles que tanta riqueza producen en el extranjero al ser transformados en conservas y mermeladas, que suman millones de pesetas o las fábricas de mezclas de aceites de semillas con el de oliva y otros cien productos más”.

Ya en aquellos años la Zona Franca se convertía en el maná que necesitaba la ciudad de Cádiz, y el propio Carranza estimaba que “la Zona Franca, si se organiza y llega a realizarse como debe hará que Cádiz esté desconocido en el plazo de 20 años”. En la consecución de ese sueño se encontró con un escollo fundamental: la reducción del presupuesto que pasó de los 200 millones a los 27 que se otorgaron finalmente, a lo que se unieron voces críticas que preferían el puerto franco frente a la Zona Franca.

En julio de 1929 se celebraba el primero pleno de Zona Franca bajo la presidencia de Joaquín Pérez Lila, propietario del periódico El Guadalete y que también  fue presidente de la Diputación.

La Zona Franca se convertía para Cádiz en ese sueño de futuro que sacaría de la precariedad económica a la población. Ya en aquellos tiempos se crearon diferencias entre las dos zonas francas concedidas al unísono: Barcelona y Cádiz, con aportación de dinero público a través del RD y de los presupuestos, que nunca llegaron a la  capital gaditana.

Eso fue entonces, ahora es otro cantar.

 

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