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José Tomás y Perera,  por la puerta grande en una tarde histórica

Indultado un toro de Jandilla en la última corrida de la Feria de Algeciras

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Tomás y Perera.

José Tomás.

José Tomás.

José Tomás.

Perera.

Tomás y Perera.

TEXTO. LUIS RIVAS

La plaza de toros de Las Palomas ha vivido hoy viernes una tarde para la memoria. Algeciras. En su larga historia taurina, ha sido el epicentro mundial del toreo con un festejo donde el público llenó con el cartel de no hay localidades

Se palpaba desde los comienzos  que el  aficionado venía predispuesto a presenciar un festejo de esos que se recuerdan por mucho tiempo. Nada más terminar el paseíllo el público hizo salir a los dos matadores, recibiendo un cariñoso aplauso.

José Tomás recibió a su primero del hierro de Cuvillo con un racimo de verónicas a pies juntos, levantando el  primer clamor de la tarde. Después llegarían otros momentos artísticos con chicuelinas al paso y quites por tafalleras, rematadas con serpentinas.

Comenzó tras un puyazo y regularmente banderilleado, con unos estatuarios rematados con trincherazos para seguir con una serie de derechazos a media altura. Comenzó a fraguarse una faena ante un toro al que José Tomás impuso la velocidad, pasándose los pitones muy cerca en series por naturales. El animal, con ritmo, le faltó algo de fuelle, pero la personalidad y el dominio, del  de Galapagar  fue consumando una actuación donde toreó a cámara lenta. Ha sido una de sus faenas más completas en estos últimos años. Cortó las dos orejas, dando la vuelta al ruedo.

El segundo, un colorado de Jandilla, lo saludó Miguel Ángel Perera con media docena de chicuelinas en los  medios. Salió suelto del puyazo y se ajustó por tafalleras muy ceñidas. Rodilla en tierra comenzó su faena, con muletazos por alto. Lo llevó de largo con series por la diestra y naturales. Una faena de quietud y sometimiento, dejándose rozar los pitones con un épico arrimón.

Hubo un pinchazo sin soltar y estocada perpendicular, cortando una oreja.

El tercero fue un colorado de Cuvillo; un toro serio que no se definió. Habíamos saboreado tanto el torero en los dos anteriores que José Tomás volvió a echarse el capote a la espalda para ofrecer  una serie de gaoneras sin moverse; muy estático.

Cuando tomó la muleta el toro no quería pelear.  Daba dos derechazos y buscaba las tablas: un manso, rajado. Mató de estocada algo trasera, recibiendo palmas.

Saltó a la arena el cuarto de nombre Libélula, negro mulato listón, 494 kilos, marcado con el número 95, de Jandilla. Abrió el compás Perera en el saludo capotero y aunque tomó un puyazo empujando con un solo pitón, el diestro lo vio claro, volviendo a estar cumbre con el capote con chicuelinas en el platillo de la plaza. Perera se fue allí mismo iniciando con un pase cambiado por la espalda escalofriante. Ligó pases de pecho con tranquilidad pasmosa, pasándose los pitones por la taleguilla. Su labor fue torear muy despacito, ligando por naturales con un toreo de cercanía. Después vendrían redondos impecables, enroscándose a la taleguilla, sin espacio alguno entre toro y torero. Hizo al astado embestir. Fue un toro noble y antes de entrar a matar el público sacó los pañuelos para el indulto y aunque a algunos no le habrá gustado, la mayoría se impuso. El toro fue devuelto a los corrales entre aplausos y con las dos orejas y rabo simbólicos el diestro dio la vuelta al ruedo con el ganadero.

El quinto de la tarde, de hierro también de Cuvillos, fue un toro violento en el capote, perdiéndolo Tomas en una embestida, poniéndolo en apuro. Empujó en varas, tomando un puyazo largo. José Tomás, sin pensarlo y con sus torería, se fue al centro del ruedo y allí clavó las zapatillas llamando al toro en cinco estatuarios ajustadísimos.

La profundidad y la emoción volvieron a aflorar en una tanda templada por naturales, girando sobre los tacones. Luego otra serie por el otro pitón, con un sentido de la distancia y profundidad como es propio en él.

Puso punto final a su labor con unas manoletinas, que daba miedo verlo desde el tendido. Se entregó al matar quedándose en la suerte, necesitando un descabello, por lo que perdió la oreja, pero el público le obligó a dar una clamorosa vuelta al ruedo.

El último de una tarde donde la emoción que necesita la fiesta estuvo presente, lo toreó Perera  a un astado de Jandilla, volviendo a entusiasmar con el capote con un quite de frente por detrás, con una seguridad pasmosa. Tuvo el gesto de brindar a José Tomás en un momento muy emotivo. El estoicismo del que hace gala el torero pacense tuvo su protagonismo en una faena dominadora sobre ambos pitones a un toro algo soso que se entregó a medias. Bellísimos los guites de frente como colofón a su labor. Mató de pinchazo y estocada. Tardó en morir el animal y Perera se sentó en el estribo antes de doblar. Hubo palmas y ya con ánimo dispuesto se echaron mucha gente al ruedo para sacarlos por la puerta de la Feria.

Un digno broche de oro a una feria donde como en las bodas de Canaán el buen vino llegó al final. Una corrida que guardaran en la memoria los miles de aficionados que llenaron la plaza como hacía tiempo que no se recordaba. La grandeza del toreo de verdad en todo su esplendor.

Ficha técnica:

Ganaderias: Tres toros de Joaquín Núñez de Cuvillo, lidiados en primer lugar, tercero y quinto. Aplaudido en el arrastre el que abrió plaza y pitado el que hizo tercero.

Tres toros de Jandilla, indultado el segundo del lote de Perera.

Matadores:

José Tomás, de verde botella y oro, dos orejas, palmas y vuelta al ruedo.

Miguel Ángel Perera, de burdeo  y oro, una oreja, dos orejas y rabo simbólicos y ovación.

Saludaron en banderillas los subalternos José Chacón, Juan Sierra y Javier Amber.

Entrada. Lleno histórico de no hay localidades.

FOTOS JESÚS SALIDO

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