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Símbolos

Cataluña no puede presentarse ante el mundo como una nación oprimida por España porque no es su caso

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En las manifestaciones antiinpependentista de este domingo proliferaron las banderas. Los más tradicionales con las españolas y las señeras, la del águila franquista e incluso algunos han resucitado la carlista. Los más transnacionales con la europea, esa bandera ante la que nadie se conmueve y llora, pero que ampara a todos los que han buscado en otros países de la Unión Europea un futuroque, con la crisis, España no podía darles. Esta pluralidad me ha llevado a dudas importantes. Si Susana Díaz,  que tanto pontifica sobre el tema, hubiera acudido, ¿llevaría la bandera española o la andaluza? ¿O una en cada mano? De todas formas le seguiría faltando la europea que tantos fondos ha dejado en Andalucía y la de Sevilla, para que no se enfadasen sus paisanos.El mismo PSOE se presenta con el corazón partío, por un lado Guerra y Leguina y por otro Iceta,  pero ella ya se ha decantado.Bromas aparte, representando como lo hace a todos los andaluces, lo tendría difícil, porque no hay una opinión unánime y lo mismo en el resto de Comunidades.
Los que buscan la justificación histórica pueden llevar la de los Reyes Católicos artífices de la unidad de España, pero también la republicana porque hay republicanos unionistas, no todos son federalistas. Los independentistas catalanes tampoco exhiben una sola, hay dosesteladas, una lleva azul y otra de izquierdas sólo amarillo.Tanto baño de símbolos crea la incertidumbre de que las banderas se enarbolen como armas. Cataluña no puede presentarse ante el mundo como una nación oprimida por España porque no es su caso y busca desesperadamente que el gobierno le de argumentos para hacerlo, como las imágenes de las personas heridas por la guardia civil. La situación es difícil y la violencia siempre equivocada.
Esta última semana, el dinero con mayúsculas ha decidido pronunciarse. No sé en nombre de qué estrategia no lo había hecho antes, pero ahí está sacando sus sedes de Cataluña, el mercado catalán no puede equipararse al del resto del territorio español. La burguesía catalana, en cambio, es quien ha estado sufragando el organizado aparato independentista. Lleva años invirtiendo calladamente en la causa sin que hasta ahora se haya hecho nada por evitarlo. Todo parece tan espontáneo y tan sentido que a quien le va a dar por pensar que si está tan bien hecho es gracias a la inversión de fondos, personas y tiempo, mucho tiempo.

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