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Productividad y sanidad

Si la sanidad funciona como una empresa los usuarios deberíamos ser tratados como clientes y no como pacientes, y así podríamos exigir la mejoría

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El término productividad es una expresión perteneciente al campo empresarial. Consiste en obtener un producto reduciendo los costes para producirlo (mano de obra, materiales, energía…). Un buen empleado debe  perseguir el aumento de la productividad, a fin de cuentas los buenos resultados aseguran su nómina y la continuidad de su puesto de trabajo. Sin embargo las empresas suelen desconfiar de sus trabajadores, dudan de que se esfuercen lo suficiente en cumplir los objetivos de productividad y por eso utilizan los incentivos. Los incentivos son unos pagos que reciben los trabajadores, al margen de su salario base, si los objetivos de productividad se llevan a cabo. La productividad y los incentivos aseguran la obtención del máximo beneficio, no la mayor calidad del producto o servicio.

Este modelo de gestión empresarial está siendo introducido en los servicios públicos. Por ejemplo, los médicos de atención primaria son incentivados si reducen las pruebas  diagnósticas y medicamentos  que prescriben o, por el contrario, son penalizados si superan los cupos de derivaciones a especialistas.  Para llevar a cabo estas prácticas empresariales que ahorran dinero a las arcas de la Junta de Andalucía, se sustituyen  coordinadores médicos por gerentes nombrados a dedo. Las decisiones son adoptadas por criterios gerenciales, no médicos, lo que importa es la productividad y no la calidad de la atención sanitaria.
Si este es el modelo, en justa correspondencia, los pacientes deberíamos entonces ser clientes sanitarios.

Esta diferencia de nombre, legalmente, tiene mucha importancia, porque paciente es aquel que por motivos de salud se somete a un diagnóstico o a una operación y en la forma de proceder del médico se ha de tener en cuenta que no es infalible y que utiliza los medios de que dispone. Y un cliente sanitario, hasta ahora, es aquel que se somete a un tratamiento o intervención, normalmente estética, oftalmológica u odontológica,  no  indispensable para su salud y cuyo resultado ha de procurarle una mejora. Mejora que si no se ajusta a sus expectativas o no se produce puede derivar en denuncia al doctor o a la clínica y en una indemnización. Todas estas clínicas pagan costosos seguros para estas eventualidades.

En resumen, si la sanidad funciona como una empresa, priorizando la productividad con incentivos para gerentes y médicos, los usuarios deberíamos ser tratados entonces como clientes y no como pacientes, así al menos podríamos exigir la mejoría o si no la indemnización pertinente.

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