Es madre y con ella viven dos hijos. Es una de las integrantes del colectivo de mujeres víctimas de violencia de género y vive en unas condiciones que como mínimo pueden considerarse indignas. Se trata de una casa sin apenas ventilación, en un bajo en el Casco Histórico de la ciudad.
Una casa donde nada más entrar por la puerta los olores a aguas fecales dan un bofetón que no se puede soportar más de cinco minutos. “De la ducha me han salido hasta gusanos. Han venido a desatascar pero no sirve para nada. Con una botella de lejía estoy cada vez que uno de mis niños tiene qu ducharse”.
Eso unido al calor que hace en la vivienda y las malas condiciones en las que se encuentra la casa, la situación es insostenible. Ahora, esta mujer, que cuenta “con la excepcionalidad por ser víctima de violencia de género” está a la espera de poder irse a vivir a otra vivienda. Una casa en muy buenas condiciones que aún no ha recibido por, según explica esta mujer, el cruce de las ayudas de los Servicios Sociales, que le impiden sacar adelante el boletín del agua y la luz para esa vivienda.
En esa casa donde conviven con las aguas fecales ha estado una de las trabajadoras de la delegación municipal de Servicios Sociales, la cual, según el relato de esta mujer, “se mostraba sorprendida por las condiciones en las que me encuentro”. A ella le han dado ayudas especiales para alimentos, y ahora, como cualquier otra ayuda otorgada por la Administración local, las tiene que justificar. El problema está en que cualquier necesidad que tenga del Ayuntamiento para poder optar a la nueva vivienda se ve totalmente paralizada hasta que se justifiquen las citadas ayudas.
Por el momento, y aún teniendo ya solicitados todos los trámites pertinentes para poder cambiar de domicilio y no vivir en estas condiciones, no puede hacer nada. “Estoy desesperada, ver cómo tus hijos tienen que estar comiendo mientras por el desagüe de la ducha salen aguas fecales de los pisos superiores, me parece inhumano”.
