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Arcos escribe las obras completas del Jueves Santo y 'Madrugá'

Las hermandades de Vera Cruz, los Remedios y Jesús Nazareno consumaron sus desfiles penitenciales ante la admiración generalizada

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Primer Jueves Santo en la historia de Arcos donde su primer Cristo en hacer acto de presencia en las calles lo hizo ante la plaza que lleva su nombre oficialmente. El acuerdo plenario adoptado hace más de un año a la luz de la conmemoración del 750 aniversario fundacional de la cofradía permitió hace apenas dos semanas la reinauguración de la que hasta ahora ha sido conocida como plaza del Sindicato, bautizada ya con el nombre del Cristo moreno de San Juan de Dios.
La procesión puso en la calle ante el público sus tres tradicionales pasos: los del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, este año luciendo de nuevo su vela; el de San Juan Evangelista y el de Nuestra Señora de las Angustias, los dos últimos cargados por hermanas de la cofradía.
Tampoco faltó el sutil acompañamiento musical de la banda municipal de música Vicente Gómez Zarzuela, poniendo notas de duelo en este anticipado funeral de cada primavera. Algunos de los momentos más bellos del recorrido fueron la salida desde la hospitalaria iglesia de San Juan de Dios, cuya fachada aún luce el cartel conmemorativo del año pasado; su paso por Peña Picada y por esa calle vallada que es la Corredera.


Con la última luz del Jueves Santo, Cristo muerto en su cruz sale de la parroquia de San Pedro Apóstol, precediendo el luctuoso desfile que termina en su dolorosa Madre. La escena se repitió espléndidamente, bajo el silencio que da nombre vulgar a la antigua hermandad de servitas. La cofradía del Santísimo Cristo de los Remedios y Paz, y Nuestra Señora de los Dolores hizo un recorrido lleno de matices estéticos y sentimentales dado lo que representa; con sus nazarenos rojinegros y sus mujeres de mantilla, los acólitos portadores de incienso y ciriales; con su Cristo clavado en la cruz, portado por cinco hombres encapuchados, tres potencias se hunden en sus sienes y, a sus pies, un ramo de rosas rojas; su Madre, detrás cerrando procesión, en su plateado paso, coronada como Reina del Cielo, radiante de candelería, flores blanquecinas y con sus siete puñales clavados en su pecho. El paso lució en su frontal una estola negra. Desde luego había muchos motivos para enlutar aún más la procesión… Fueron varias las saetas dedicas a las sagradas imágenes; en primer lugar la de Antonio Ortega ‘El Nono’ nada más descender del templo el paso de Nuestra Señora de los Dolores; y, en segundo, las interpretadas magistralmente por Luis Guerrero ‘Meinato’ y la cantada a la Virgen por Antonio Soto ‘Sotito’ en medio de ese lugar emblemático del casco antiguo como es la plaza del Cananeo, uno de los sitios más estéticos del desfile junto a su salida de San Pedro, con el palacio del Mayorazgo de fondo o con la imponente fachada de la histórica Condes del Águila.
 

Las emociones del Jueves Santo, aunque ya en Viernes, se prolongaron hasta el templo de San Agustín, donde arrancaría la noche más larga en la que nadie duerme, que decían las viejas crónicas cofrades. A las dos de la madrugada, y con el sumo respeto que despierta la cita, Nuestro Padre Jesús Nazareno pudo iniciar su procesión que le conduciría a lo largo de doce horas de recorrido, de un extremo a otro de la ciudad. La venerada imagen desfiló con su túnica morada, con la pesada cruz cuyo peso comparte con Simón Cirineo y con el dorado radiante de su paso, realzado por los exornos florales. La imagen de Cristo llegó a la parroquia de San Francisco rozando las ocho de la mañana, lugar donde realizaría una de las bendiciones de la jornada en presencia de ciento de personas. De ahí, la procesión tomó por la calle Alta para seguir por Corredera dirección al casco antiguo y Barrio Bajo.  La cofradía estrenó este año la restauración de la imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso, obra del imaginero Jesús Guerrero, como también el paso de misterio ha experimentado pequeñas reparaciones de la mano del sevillano Manuel Calvo.

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