Los oyentes del programa ‘La estación azul’, de Radio Nacional de España, tienen este viernes, hoy, la ocasión de ver en persona a la voz que lo dirige. Ignacio Elguero lee sus poemas en La Salle a partir de las ocho de la tarde junto a los poetas de Arcos. Viene a recibir el Premio de Poesía ‘Alcaraván’, que se le otorgó este verano pasado.
Ignacio Elguero, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, es, además de una voz conocida, de un periodista de renombre, un escritor de libros de memorias entre los que destacan ‘Al encerado’, ‘Los hijos de los Chiripitifláuticos’ o ‘Los padres de Chencho’. En poesía tiene varios libros publicados, obteniendo el Premio Internacional ‘Claudio Rodríguez’ en 2006. Entre sus premios periodísticos se encuentra el Premio ‘Ondas’.
En esta entrevista nos cuenta que el Premio ‘Alcaraván’ ha significado para él “un estímulo”, después de algunos años sin escribir poesía...
Este viernes viene usted a Arcos para recoger el Premio de Poesía ‘Alcaraván’, que ganó este año, y a participar en la corona poética que organiza el colegio La Salle con motivo de su cincuenta aniversario. ¿Qué aporta este premio a su currículum literario y periodístico, tan plagado de galardones?
—Para mí es una gran motivación. Llevaba seis años sin escribir poesía. Presentarme al premio era un reto para poner a prueba el inicio de un nuevo periodo creativo. Y lo he hecho con un premio que conozco y respeto mucho, un premio que han conseguido grandes poetas.
El poema ganador, ‘La casa a medio hacer’ es un canto a la memoria, una elegía que canta machadianamente lo perdido. ¿Nos define su poesía, los grandes pilares de su obra?
—La memoria, el paraíso difuso de la infancia; la capacidad del ser humano para evocar e invocar a un tiempo son pilares de mi poesía. A ellos uniría el deseo y la pasión amorosa, la capacidad del ser humano para emocionarse. En definitiva, me interesa la búsqueda de las emociones. Como decía el poeta Leopoldo de Luis: respirar por la herida.
Hablábamos antes del colegio La Salle. En su obra en prosa, por ejemplo en el ensayo ‘Al encerado’, rememora usted las décadas escolares de los 60, 70 y 80. ¿Cómo recuerda usted esos años, especialmente los primeros setenta, los de su infancia?
—Yo los recuerdo con mucho agrado. Pasé toda mi vida escolar en el mismo centro, el colegio Menesiano de Madrid, del que guardo muy buen recuerdo. Con mi quinta, la del 64, se inauguró la famosa ley del 70, la de la EGB, el BUP y el COU. Fuimos una generación que observó la evolución de la educación en España en toda la década de los setenta y parte de los ochenta. Como digo yo, vimos cómo se pasaba del tortazo al tuteo, por expresarlo de forma muy gráfica. Creo que la educación en valores, el sentido del respeto a los mayores, a la autoridad del profesor, la disciplina bien entendida o el esfuerzo son comportamientos que se han perdido, y eso es una lástima, y pienso que en eso estamos casi todos de acuerdo. Yo disfruté de una educación fuerte en asignaturas de humanidades, como la enseñanza obligatoria del latín. La pérdida del peso de estas asignaturas, o la desaparición de las mismas creo que es un error que ya tiene sus efectos en el alumnado.
Cada vez tiene uno más claro que sus recuerdos no comienzan con los recuerdos propios, que comienzan con los recuerdos de nuestros padres. Lo digo porque a veces recordamos cosas que, libro de familia en mano, no hemos vivido ¿Está de acuerdo?
—Sí, somos herencia. Nuestros primeros recuerdos son el mundo de nuestros padres, el mundo de los adultos forma nuestro primer referente. Pero cuando uno es adolescente, joven, siente un rechazo natural al tiempo de sus padres, a sus recuerdos, sus cantos, sus cuentos, sus batallas. Con los años, en la estancia reflexiva de la madurez, uno hace suyo ese universo, y lo incorpora a su memoria con efecto; y quiere saber más de cómo fue la vida de sus progenitores, sus años, sus sueños, sus banderas vitales.
Usted es una voz de la radio. ¿Nos habla de ‘La Estación Azul’, el programa que conduce en Radio Nacional de España.
— ‘La estación azul’ es un programa que nació hace dieciséis años, en Radio 3, para dar voz a la mejor poesía española. Se trataba de ofrecer a los oyentes de la radio a los poetas más interesantes de todas las generaciones y estéticas. Desde las nuevas voces a los consagrados. Lo pusimos en marcha Javier Lostalé y yo. Hace seis años pasó a emitirse en RNE (Radio1) y giró hacia contenidos literarios en general, aunque en cada emisión está siempre presente la poesía. Pretendemos que sea un programa didáctico, con muchas y variadas secciones, y entretenido; dinámico en el montaje y sosegado en el planteamiento de las entrevistas para que las paladeen los oyentes. La radio es imaginación y palabra, lo mismo que la literatura.
Volviendo a la lectura de La Salle. ¿Qué le sugiere leer en Arcos de la Frontera, junto a grandes poetas como Antonio y Carlos Murciano?
—Pues es un placer. No conozco Arcos, una localidad bella, monumental, y quiero disfrutar de ese encuentro. Y leer con poetas de gran altura literaria es siempre un goce, un aprendizaje. Lo disfrutaré y les mostraré mi agradecimiento por haber sido el punto de salida de mi nueva aventura poética.