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España

Un socialdemócrata decente

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Al contemplar al presidente Rodríguez Zapatero en su encuentro televisivo con ciudadanos españoles en lo de tengo una pregunta... y en las horas posteriores, me daba cuenta de que, con todas sus limitaciones y errores, este hombre es el único soporte posible de la confianza en una salida razonable de la crisis y en el seguimiento de un rumbo que nos conduzca a algo. Todo lo demás es o bien acompañamiento necesario o bien rémora retardataria. En el acompañamiento pienso en todos los sectores cuya inquietud consiste en la solución razonable de los problemas y no en el simple acoso y derribo del Gobierno de la nación, pero sin adelantarnos qué misteriosa fórmula nos ofrecerían para salir del atolladero. De momento, oigo en la radio que el presidente del Partido Popular ha rechazado la invitación de Televisión Española de participar próximamente en el mismo programa presentado por el compañero Lorenzo Milá. Entiendo el rechazo porque no veo a Mariano Rajoy capaz en estos momentos, en el fragor de su guerra interna y con elecciones por delante, de afrontar un acoso ciudadano tan terrorífico como el afrontado por Zapatero en la noche del lunes.

Me asombra la inquina, rayana o penetrada por el odio, con que tratan a por doquier a uno de los gobernantes más voluntariosos y decentes, como lo demuestra ahora mismo con su identificación con Barack Obama, con la apuesta pro palestina, con la decisión de preservar los fines sociales en plena crisis, con su anuncio de destinar mil millones de euros a la lucha contra el hambre en el mundo en la conferencia de Madrid. Seguramente no es nada más que un socialdemócrata, no un revolucionario, pero un socialdemócrata decente, como sus colegas de antaño del norte de Europa, que crearon las sociedades más justas del planeta. Un hombre que se la jugó en su firme apuesta contra la guerra de Irak y la política de Bush y, por tanto, de Aznar, con toda la razón y también ahora, seis años después. Y todo ello, con sus importantes fallos, debilidades y errores, como el de no salir de Afganistán o no cortar por lo sano la venta de armas a Israel. Será que nadie es perfecto.

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