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El Berlín antidogma coreó a Ratzinger, que no es bienvenido en la Alemania de hoy

Se trata de la primera visita del pontífice en su cargo a la capital de su país natal.

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  • Durante la visita -
Diputados de la oposición, homosexuales, víctimas de abusos sexuales en escuelas religiosas y católicos críticos desfilaron hoy por Berlín bajo la consigna del "Keine Macht den Dogmen" -"Ningún poder a los dogmas"-, con ocasión de la primera visita de Joseph Ratzinger, como papa, a la capital de su país natal.

Un camión con remolque equipado con potente megafonía abrió paso a la marcha, la mayor de las seis convocadas contra el discurso en el Parlamento (Bundestag) de Benedicto XVI, primer papa de la historia que hablaba ante ese hemiciclo.


Una veintena de diputados -entre el centenar de parlamentarios socialdemócratas, verdes y de la Izquierda que boicoteó el discurso por considerar que rompe el principio de neutralidad religiosa- se mezcló con la festiva marcha multicolor, integrada por unos 15.000 manifestantes de toda edad y motivación.

"Estamos contra la falsa moral sexual vaticana", comentó a Efe Wiltrud Schenk, de 65 años y disfrazada de preservativo color lila.

"Las disculpas protocolarias no borrarán los 14 años de abusos sexuales sufridos como monaguillo", apuntaba Eckhard O., de 62 años, junto a una pancarta denunciando las violaciones en orfanatos.

"¿A quién cree que le está hablando Ratzinger en el Bundestag?", preguntaba, a gritos, Markus, estudiante de teología en la Universidad Humbolt, de 25 años, tratando de hacerse entender entre la megafonía y las distintas proclamas de los manifestantes.

"Pocos entre los de por sí minoritarios diputados católicos que tiene delante podrían comulgar de sus manos, porque el vaticanismo radical los excluye del sacramento", argumentaba el joven.

Las reivindicaciones no se limitaron a la calle de un Berlín cuyo porcentaje de católicos es del 9,3 % y cuya "religión" mayoritaria es la aconfesionalidad.

El primero de los anfitriones de Ratzinger, el presidente Christian Wulff, católico casado en segundas nupcias y, por tanto, excluido de los sacramentos, había reclamado en su discurso ante el papa el fin de esa disciplina excluyente.

Otro anfitrión, el alcalde-gobernador de Berlín, Klaus Wowereit, socialdemócrata, católico y homosexual, habría estado entre los manifestantes, según sus propias palabras, de no habérselo impedido los deberes de su cargo.

La canciller Angela Merkel, hija de un pastor protestante, había lanzado una llamada, el día anterior, en un acto de la Unión Cristianodemócrata (CDU), a la apertura religiosa.


Mientras Merkel, Wulff y Wowereit escuchaban a Ratzinger en el Bundestag, la marcha en la calle se movía a ritmo de una gran muñeca de cartón-piedra, representando una tiránica monja abusadora.

Al final de la manifestación, dos religiosas -de seglar- del movimiento católico "Wir sind die Kirche" -"Nosotros somos la Iglesia"- expresaban su decepción por la falta de avances en el movimiento ecuménico, seis años después de la elección de Ratzinger.

"No debería extrañarnos que haya más apóstatas que bautismos", argumentaba Christa Eichinger, algo apabullada por el bullicio, pero decidida a seguir entre la amalgama de colectivos.

Casi 500 años después de que otro alemán, Lutero, clavara en la iglesia de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517, sus tesis, origen de la reforma protestante, los católicos críticos exigen "menos contactos rituales con el protestantismo" y un mayor impulso al ecumenismo.

"Ich bin katholisch, Und das ist gut so" -"Soy católico. Y está bien así"-, rezaba la camiseta de un muchacho, homosexual, jugando con la frase "Ich bin schwul und das ist gut so" que catapultó a Wowereit, en 2001, aún como candidato, a la alcaldía.

"El papa llegó quejándose de la creciente indiferencia religiosa. No es justo. Debería interpretar esta manifestación como prueba de respeto, al menos nosotros no le ignoramos", decía James, un transexual americano maquillado hasta las cejas a lo Freddy Mercury.

Menos respetuosa y con semblantes agresivos avanzaba una columna del llamado "Bloque negro" berlinés -izquierda radical violenta-, ante la mirada nerviosa de un poderoso contingente policial.

La marcha discurrió por un Berlín convertido en un fenomenal atasco, también por barrios algo alejados como Kreuzberg y Neuköln, de abultada población inmigrante musulmana, donde está la nunciatura en la que pernoctará hoy el papa, para seguir mañana a Erfurt (este).

"No tengo absolutamente nada contra vuestro papa. Pero podría al menos romper ese precepto y dormir en el (hotel) Adlon, como toda visita de Estado", lamentaba Ahmed, vecino del barrio, las escuelas de cuyos hijos cerraron hoy por razones de seguridad papal.

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