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Arcos

Miguel Ángel Rincón presenta hoy en Arcos su nuevo poemario ‘Mapa de huracanes'

Sus versos son un canto a lo que nos rodea, pero sobre todo un ejercicio de amor y comprensión

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  • Miguel Ángel Rincón. -

Si la edad confiere alguna ventaja, que seguro que sí, podría ser la libertad; la libertad de decir lo que se piensa con el juicio que da el haber vivido, la libertad de ser como se quiere sin la dictadura de las modas. Posiblemente el poeta Miguel Ángel Rincón, al que creo presentar por tercera vez, se sienta más libre, más mayor sin duda, más maduro en todos los sentidos, sobre todo en el artístico. Pero hacerse mayor tiene también sus desventajas, entre ellas la aparición de la presbicia, por citar algo puramente físico. Será por eso que el autor de este ‘Mapa de huracanes’ (Ed. Cazador de ratas, 2024) abre su poemario con una visita al óptico para ver que, efectivamente, se está haciendo mayor.

 El paso del tiempo es algo recurrente en la poesía como plasmación de vivencias, recuerdos y anhelos. Miguel Ángel Rincón vuelve a recurrir a esa vida cotidiana para contarnos sencillamente ese paso del tiempo.

Dice en su prólogo el escritor Juan Manuel Jaén Bernuz que “La poesía, como las religiones, es una luz enferma”. Y también dice “Qué difícil permanecer, de forma coherente, en el tiempo, en la senda del verso útil al pensamiento y al sentimiento”, resucitando así el viejo debate sobre para qué vale la poesía. No seré yo, y mucho menos nuestro autor, quien niegue este extremo, pues ambos, seguro, pensamos que la poesía es alimento, ver y buscar la belleza de las cosas y gentes, y pensamiento libre que nadie puede arrebatarnos.

El prologuista describe al poeta como “rondeño y poblaor, hombre de una naturalidad inapelable y de una laboriosidad poética encomiable, un creyente de la palabra que cultiva cada día y con delicadeza la luz de un nuevo poema, que lee y atisba en los espacios en blanco la semilla del verso, que escribe artículos periodísticos y corrige su instintivo lirismo, que desgrana habichuelas en la cocina y cuenta sílabas, que vive, en fin, la poesía..”. Uno puede dar fe de ello, pues desde que lo conozco, Miguel Ángel se ha mostrado cercano en todos los sentidos, por lo que añadiría que es un hombre de andar por casa, que parece difícil entre los a veces remilgados y arrogantes poetas. Y sumaría del escritor y articulista de nuestro periódico ‘Viva Arcos’ que es un hombre con los pies en la tierra, de poesía que se hace eco de hechos mundanos, más o menos felices, pero con los que tenemos que convivir, como por ejemplo la sequía o la maldita guerra.

Los primeros poemas de este ‘Mapa de huracanes’ se refugian de nuevo en ese elemento inspirador de su obra que es la infancia, el pueblo con su plaza, su fuente y sus cosas de pueblo. Pero advierten un ser que mira al horizonte para querer sobreponerse a los temporales, que es también una metáfora sobre las adversidades de la vida: “Hace un rato que vengo observando,/ allá, en el no tan lejano horizonte/ a la madre de todas las tormentas/ alimentar con sus senos acuosos/ los huracanes que han de azotarnos”.

Pero no crean que el autor es en esencia un hombre de pueblo. Como buen serrano, también busca inspiración en el añorado mar. “Fuimos a sentarnos sobre la arena/ de aquella cala desierta./ No había nadie,/ era otoño y los turistas/ se habían marchado en manada./ Éramos, entonces, tú y yo./ Tú y yo, y el mar”.

 Y si la poesía contiene grandes dosis de melancolía, no duden que Miguel Ángel Rincón es un nostálgico de manual: “El recuerdo es una calle larga y vacía,/ un domingo sentado en misa de doce,/ el olor a pollo asado a la hora de almorzar,/ la luz de invierno entrando por la ventana./ El recuerdo es una caja de galletas,/ un tendedero en el patio cargado de ropa,/ la polio en su pierna derecha,/ un amor que se va y nunca regresa”. En esta cotidianidad a la que recurre con gran frecuencia, en otro de sus poemas escribe: “Levantarse temprano./ Intentar hacer ejercicio, pero no./ Encender el móvil./ Bostezar sentado en el váter./ Tomarse los antidepresivos./ Abrir el buzón sin ganas./ En la calle hoy tampoco llueve./ No saludar a nadie./ Tratar de sobrevivir en el trabajo…”.

Como todo poeta, desde su condición se debate entre la belleza de la poesía y la cruda realidad con la que nos despertamos cada mañana: “Esto no es poesía,/ esto es la vida real,/ con su depresión,/ sus golpes y su sangre./ Sí, la maldita vida real,/ con su miseria,sus dramas y su dolor..”. Y nos habla de sus miedos: “Mis miedos habitan/ tras los muros de una casa/ lejana y vacía./ Un vértigo extraño/ presiona mis sienes mientras voy cayendo/ sobre la hojarasca/ que alfombra este bosque...”.

En la obra de Miguel Ángel Rincón el dolor como sentimiento humano siempre ha estado presente, sobre todo por la ida de seres queridos y posiblemente por no poder atrapar entre sus manos jóvenes la capacidad de cambar el destino. Pero el dolor lo es también por la guerra, por las penas de la humanidad. Del dolor escribe: “Vi tus fotos en la prensa,/ tus lágrimas, tu tristeza,/ la suciedad en tu rostro…,/ el llanto callado de quien lo ha perdido todo./ En las fotos se intuye/ el silbido de las balas/ el estruendo ahogado/ de las bombas./ La tristeza se refleja en tu mirada/ y en los que te rodean./ Tu mundo se derrumba,/ los hospitales huelen a pólvora,/ las escuelas dejaron de existir,/ los edificios siguen derribados/ entre humo y escombro./ Hoy, tu pueblo, querida niña,/ se llama dolor. Dolor y cenizas”.

Cuando pienso en nuevas tecnologías, parece que estoy viendo al tristemente desaparecido Antonio Hernández golpeando su máquina de escribir Olivetti o dictándome a duras penas un poema suyo por teléfono. Y pienso ‘¡cuánto nos hemos perdido por la falta de inmediatez en nuestra comunicación. Situación que salva Miguel Ángel Rincón con el uso constante de las nuevas tecnologías para el diseño de sus trabajos y la comunicación social. Pero no siempre fue así. De las dichosas redes sociales escribe: “Te llamaba por teléfono./ cuando en nuestras casas/ no existía Internet;/ cuando los móviles/ eran ciencia ficción/ y las redes sociales/ las plazas y los patios./ Te llamaba, entonces, para decirte/ que a las ocho te esperaría/ en la esquina de arriba./ Luego, nuestras manos se unían/ y caminábamos acompasados/ por las aceras del pueblo./ Qué suerte haber coincidido”.

Este ‘Mapa de huracanes’ y otras tempestades se refugia en el Haikus cada vez más empleado en Occidente y por sus poetas, donde la sencillez alcanza su zénit, pero al mismo tiempo con una profundidad donde no cabe más que decir. Y escribe: “En sus piernas/ las miradas atracan/ como un barco.”. O “Todos los ríos/ embellecen al verte/ en la orilla”. O “Vieja rama/ que observa el bosque/ desde su altura”. Miguel Ángel Rincón cierra su libro con un poema desgarrador a modo de epílogo: “Es la hora en que/ las golondrinas últimas/ planean sobre los tejados/ antes de refugiarse/ en sus nidos colgantes./ La última hora de una tarde/ que dio a luz otro septiembre más./ La sonrojada Sierra de Grazalema/ se apresura a recibir la noche./ Desde aquí, su perfil recuerda/ a una mujer tendida en el horizonte,/ desnuda y concupiscente,/ deseosa de tocar las estrellas”. Guiño nuevo, por tanto, a la silueta de nuestra sierra que el autor mira cada mañana al levantarse, en el horizonte de su Prado del Rey. El pueblo, nostalgia, las nuevas tecnologías, la naturaleza, el amor por los demás y el amor por las cosas están aquí de nuevo presentes, en este ‘Mapa de huracanes’ que sacude corazones y zarandea las emociones. Léanlo y verán como todo es puro, sincero y cercano. ¿Qué más se le puede pedir a la poesía?

La cita, esta tarde, a las 20.00 horas, en el Círculo de la Unión de Arcos.

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