Clemente, que calificó de “libro raro” este Flamenco de arte y ensayo, añadió: “Cada vez doy más importancia al compás en la escritura, al juego de sostener los tiempos o quebrarlos; hay en este libro un apartado sobre la importancia del silencio en el flamenco, que se ve redoblado por la importancia que doy al silencio en la escritura”.
Al contrario de su libro anterior, Kitsch y flamenco, al que describe como la obra con más ilustraciones de la historia del flamenco, este volumen sólo tiene una ilustración, la de la portada: “Aquél era sugerente en imágenes y éste pretende serlo en textos”, si bien muchos de ellos, matizó, “brotan con apariencia de pies de fotos imaginarias”.
El autor añadió que es el texto más completo que hasta ahora ha escrito, “entre otras cosas porque no se debe a un acabado; es un texto abierto no solo porque no me planteara un punto final, una conclusión, sino porque va tapizando una idea”.
“Aunque forme parte de una trilogía, tiene entidad por sí solo, tiene un tono diferente, hay en estas páginas un esfuerzo por encontrar el tono, por la expresión más acorde, cada párrafo va cobrando más sentido con el anterior y el siguiente, lo que abunda en la idea de texto-río”, agregó Clemente.
También comentó con humor acerca del libro: “Me he atrevido a insertar un sumario pero los capítulos son imaginarios, la división la hace el lector con sus pausas; no es un libro para leer del tirón, pienso que hace falta mucho valor para hacer eso”.
El propio autor ha seleccionado algunas de las reflexiones de su libro, como muestra: “con la efigie del flamenco es muy fácil acuñar moneda falsa”, “la tinta gitana y paya del tatuaje flamenco”, “buen taconeo: el morse de lo divino” o “quejío: el metaflamenco. El flamenco tiene una estructura sofisticada, pero el quejío va al grano”.