Pero quedan algunos, deseo no estar entre ellos, que tienen su contemplación del mundo y no admiten otra; son los instalados. Todavía no descubren que aquella España ya no existe y que la de ahora es plural y que hay que aprender a vivir con la diversidad. Yo estoy en contra del aborto, tanto como puedan estar los que más, pero no puedo pretender copar el poder civil para imponerlo a los que disienten. Sería pretender echarlos fuera y quedarnos solos con Isabel La Católica. Los instalados tienen un sí es no es de infantiles pero las consecuencias pueden ser irreparables como es la rotura una vez más del tejido social. Nací en el 37 y sé lo que digo; no quiero un salvador más de esencias patrias porque me basta con las que mantienen mi fe y mi tradición como individuo inteligente, las que procuraré ofrecer con dignidad a mis semejantes.
Las cosas de Dios no necesitan coraje ni amor propio; Dios es ante todo mansedumbre y paz, que penetran en el alma con buena disposición. Lepanto me llena más como defensa de unos valores que se ven perseguidos y no como una victoria de la Cruz. El Amor de Dios no vence, esa es una expresión humana, sino que inunda mansamente como un agua que fecunda. El amigo Juan, así me llama él, a quien no tengo el gusto de conocer, critica un artículo mío en el que hago esta llamada a la convivencia y a buscarnos pacientemente teniendo en cuenta nuestro pasado. No lo ha entendido el amigo Juan y sale hablando de Paracuellos y de la toma de San Sebastián sin tener en cuenta que los otros le saldrán por la plaza de toros de Badajoz y no terminaremos nunca. Todo eso murió y esto es otra cosa, amigo Juan. Lo hemos hecho mal porque todavía no nos hemos hablado como hermanos.
Yo sin embargo me dirijo a otra mayoría que no está tan satisfecha como el amigo Juan, sino en paro mientras los demás discuten de podencos sin entenderse y centran la cuestión en el Presidente pasado o en el actual. Y que además de familia que alimentar tienen que vencer dificultades de consumismo, de tomar decisiones difíciles sin tener cultura, de enfocar su corazón al odio o al amor de Dios asfixiados de precariedad económica y criando hijos en un medio hostil. A esos me acerco con mi razonamiento cansino y no acierto a llevar esperanza.
La enseñanza que Vd. fulmina me ha ayudado a encontrar los rincones en que habita el hombre mayoría con un horizonte vulgar y en el riesgo de no descubrir algo superior. Yo no me encuentro tan seguro como el amigo Juan en la crítica ni en las soluciones; todo lo centro en la impertinencia como esa mosca que incordia. Sólo una cosa veo clara, la falta de solidaridad de esta sociedad, que nos instala en un nido de comodidad y fariseo. Tenemos fe, amigo Juan, y vamos siendo delanteros; estamos cerca de conocer la verdad y enfrentarnos con ella. Aceptamos un Dios que nos va a coger pronto por las solapas.