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¿Ni una cerveza?

Los hogares españoles gastaron en alcohol el año pasado 9.737 millones de euros, siendo España el segundo país del mundo que más consume

Publicado: 19/09/2024 ·
10:08
· Actualizado: 19/09/2024 · 10:09
Autor

José Antonio Jiménez Rincón

Persona preocupada por la sociedad y sus problemas. Comprometido con la Ley y el orden

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Cuantas veces en una reunión habremos ofrecido a un amigo una cerveza y nos ha contestado ¡no gracias, no bebo! Y solemos insistir en que una sola cerveza no hace daño, que tiene muy poco alcohol. ¿Saben por qué esa creencia de que beber una sola cerveza no hace daño? Porque el alcohol y el tabaco son drogas que han sido aceptadas en nuestra sociedad desde siempre, están al alcance de todos, se adquieren fácilmente y lo peor que, aun produciendo adicción grave, no están prohibidas.

Los hogares españoles gastaron en alcohol el año pasado 9.737 millones de euros, siendo España el segundo país del mundo que más consume con 11 litros/año por persona en población mayor de 15 años (OCDE). En España, el alcohol es la droga por excelencia, seguida del tabaco, siendo la cerveza la bebida más consumida. La edad de inicio de consumo se sitúa en torno a los 14 años y en un informe sobre alcohol y drogas elaborado en España arrojó que el 64,5 por ciento de los encuestados había bebido alcohol en el último mes (fines de semana principalmente) y un 9 por ciento había realizado un consumo diario de esta sustancia.

El alcohol es una droga permitida por la sociedad que genera la creencia que no hace daño en pequeñas dosis. Eso de demasiado alcohol es malo para ti, pero un poco es bueno y que algunos tipos de alcohol son mejores que otros; es mentira, pues toda clase de alcohol es dañino y desarrolla una causa efecto grave para la salud. En el marco del 42 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna, se coincidió en destacar que el riesgo cardiovascular causado por el consumo de alcohol es mucho mayor que el pretendido beneficio cardiovascular que se le ha estado atribuyendo a través de la publicidad de bebidas alcohólicas.

En la misma línea, la Dra. Candelaria Martín, del Hospital Universitario de Canarias, expuso que el “consumo de alcohol a bajas dosis puede incrementar la incidencia de hipertensión arterial, miocarditis dilatada e ictus, mitigando cualquier tipo de beneficio. El patrón de consumo intensivo, de beber 4-5 copas en corto período de tiempo, conduce a mayor riesgo cardiovascular. Y el consumo de alcohol a dosis bajas / moderadas puede producir dependencia e incremento de consumo, lo que aumenta el riesgo cardiovascular y tiene repercusiones en otros órganos y en dosis bajas incrementa la incidencia de otras patologías como las neoplasias o los accidentes”.

El impacto del consumo de alcohol produce más de 2 millones de muertes en todo el mundo al año, de las cuales aproximadamente el 20 por ciento son debidas a enfermedades cardiovasculares. Es consumo excesivo de alcohol causa una disfunción aguda y crónica del cerebro, produciendo trastornos en el sistema nervioso central, alteraciones en la memoria y en las funciones intelectuales como cálculo, comprensión y aprendizaje. A nivel hepático tiene lugar, en su mayoría, el metabolismo del alcohol, produciéndose un hígado graso alcohólico, aumentando el tamaño, terminando en necrosis e inflamación grave del hígado; esto se llama hepatitis alcohólica, y si se sigue consumiendo alcohol se desarrollará la cirrosis.

Una de las definiciones más conocidas del alcoholismo, y que ha tenido gran aceptación, es la establecida por el Comité de Expertos de la OMS. Según ésta: “El alcoholismo es una enfermedad crónica o desorden del comportamiento que se manifiesta por la ingestión repetida de bebidas alcohólicas, en cantidades que exceden los límites dietéticos y sociales aceptados por la comunidad, que causan perjuicio a la salud del bebedor, a sus relaciones con otras personas y finalmente a su actividad económica”.

El alcohol ejerce su principal influencia sobre el sistema nervioso y, tanto la tolerancia como la dependencia, dependen en gran medida de sus efectos neuronales. Entre los síntomas habituales del bebedor están la fatiga, apatía, pérdida de interés, depresión y, en ocasiones, ansiedad y agitación. También pueden presentarse cambios de personalidad como irritabilidad, aislamiento social, falta de consideración y petulancia, etc.

Las familias que tienen un problema de alcoholismo en casa advierten una serie de síntomas típicos: 1.- Desconcierto y confusión ante el problema. Nadie sabe cómo actuar y, en ocasiones, se justifica o se disculpa la conducta de la persona enferma ante los demás. Es el mecanismo de la negación. 2.- Gran tensión y estrés en todos los miembros de la familia. Temor. Conflictos importantes, discusiones y agresividad. 3.- Alteración de las normas, las costumbres y los valores familiares.4.- Incumplimiento de las promesas. Reacciones de enfado y resentimiento. Desconfianza y frustración. 5.- Sentimientos de culpabilidad y reproches mutuos. 6.- Poco apoyo emocional y problemas de incomunicación dentro de la familia. 7.- No se puede hablar del “secreto de la familia” ni pedir ayuda, ni dentro ni fuera de casa, por miedo y vergüenza.

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