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Conil

Pepe Monforte Pregonero de la XII Feria del Libro de Conil

Estuvieron presentes en este pregón la delegada territorial de cultura, turismo y deporte, el delegado de cultura y diputado provincial y la alcaldesa de Conil

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  • Pepe Monforte Pregonero de la XII Feria del Libro de Conil

El Periodista, Pepe Monforte, que fue presentado por Juan Carlos Almazo, realizó un pregón con ingredientes conileños cuyo recorrido por la amplia y maravillosa oferta gastronómica de nuestro municipio, aderezando con giros literarios, y homenajeando los platos más populares, ventas y restaurantes de Conil, surtieron efecto como el perro de Pavlov.

Estuvieron presentes en este suculento pregón la delegada territorial de cultura, turismo y deporte, Tania Barcelona, el delegado de cultura y diputado provincial, Antonio Jesús Aragon y la alcaldesa de Conil, Inmaculada Sánchez Zara que saludaron a escritores y escritoras, a las librerías de Conil y a los allí presentes, agradeciendo en sus intervenciones la labor que desarrollan por la cultura de Conil unida a su gastronomía.

Pregón de Pepe Monforte a Conil:

Comer es una novela, tapear una novela corta. Desayunar es poesía y la merienda es un ensayo con nata por lo alto. Cenar a las nueve y media de la noche, con el sol acostándose delante tuya en Francisco La Fontanilla es un relato con final feliz, un cuento que empieza con la historia de media docena de castañitas a la plancha vestidas con un tul de su tinta y embellecidas para una noche inolvidable con un sutil maquillaje de ajo y perejil.

Un cuento que continúa a cuchillo y tenedor de cuatro puntas. El se resbala por un filetito de pez limón besado más que asado por la plancha. Al final, unos nísperos salen a escena y se desmelenan quitándose el pellejo delante de las olas, que son el aplauso que da el mar cuando llega a las costas de la capital del pescado de roca, el imperio de los alcauciles y el mapamundi de los tomates coloraos.

Diganmé ustedes si Conil, el Conil de comé no es literatura, escrita con tinta de calamar de potera, que es como se escribe este relato corto que les presento esta noche.

Primera escena, Venta Melchor. Frascos llenos de melocotones que sueñan con convertirse en licor. Unas zanahorias aliñás avanzan por el comedor, simplemente perfumadas con un poquito de comino, que es como el Chanel n. 5 que se echan las verduras de Conil para salir de fiesta.

Petri Benitez es la perfumista de las verduras, la que sabe hacer poesía en tomate, la que supo mostrar al mundo que el pez cochino partio en filetitos es tan tierno como la película de Forrest Gun o como Platero y Yo, uno de los libros más suaves que jamás lei.

Petri Benitez escribió un día su novena sinfonía, pero en vez de interpretarla a violín y piano, la interpretó a morrillo y ventresca de atún rojo de almadraba. Sus platos saben como ese paseo en avión de Robert Reford y Meril Strip en Memorias de Africa.

Pero si Petri es la reina de las verduras, la poetisa de las zanahorias aliñás con un poquito de comino y la que escribió el hombre que mojó siete teleras de pan en unas papas con chocos, me van a dejar que me refiera ahora a otra escritora brillante de la literatura en salsa de Conil: Antonia Moreno, madre alcaucil, habría que haberla bautizado.

Antonia me enseñó un sábado al mediodía de primavera verdulera como se puede hacer una obra de arte con cebollas escalonas y huevo cuajao. Antonia me enseñó que alcauciles con chícharo y haba, rima con fuente infinitamente rebañada.

Antonia me cantó por bulerías de habichuelas verdes en un almuerzo en su Blanco y Verde. Me mostró como un arró tiene quejio como el cante de Rancapino.

Esta cocinera de “huerta” es capaz de realizar ciencia ficción transformando en pulpos unas tagarninas y de firmar una de las obras cumbres de la escritura imaginativa en salsa con sus papas con moscas. ¿No hay que ser poeta para ponerle este nombre a un plato de tiesos?. Antonia escribe con esta plato el cuento de la cenicienta, pero donde la protagonista, en vez de una humilde muchacha, son unas papas guisás.

No se puede hablar de orégano en Conil, sin hablar de Paco Vázquez, el frutero ilustrado que ha escrito ya varios libros con la cocina conileña como protagonista.

Paco es el ser humano del universo que más sabe del rey de la Cuaresma como el llama a los alcauciles de Conil, con sus cismeros a la cabeza, porque en esto de los alcauciles también hay clases.

Os voy a poner ahora un soneto. El mejor libro de sonetos de Conil, pero con picos y mayonesa se escribe en el bar Los Hermanos, junto al arco de la Villa.

¿No hay poesía en un taquito de cazón en adobo pinchao con un palillo de dientes? ¿No hay poesía en una ensaladilla en la que van clavaos dos picos, en una versión libre de la canción de Antonio Molina que decía que había clavadas dos cruces en el monte del olvido?

Los hermanos Sánchez clavaron dos picos en un monte amayonesado de papas y consiguieron el aplauso más grande que un cocinero puede lograr, que te rebañen el plato y te lo dejen más limpio que la fábrica de Fairy.

Si la Biblia se hubiera escrito en Conil, en vez de dividirse en antiguo y nuevo testamento se hubiera dividido en Pedro La Fontanilla y Francisco La Fontanilla, porque entre los dos, junto a la arena, han escrito la biblia del pescado de Conil, El Larouse del atún vuelta y vuelta y la Wikipedia del arró.

No olvidaré jamás un “arroz empetao” al mediodía en Francisco La Fontanilla, que tenía casi más marisco que arró y jamás se me borra de la cabeza el día que asistí a una clase magistral de Fernanda Rubio interpretando su obra que ha pasado a la historia: su pargo al perol en el que un pescado de roca ya adulto conoce a unas verduras y se marchan juntos a guisarse a fuego lento.

Desayuno en el chiringuito de El Roqueo es un libro que se escribe con melón en rodajitas con el caldito bajando por tus mejillas.

Escribiría una novela de arró, si el género existiese, usando como argumento un almuerzo en el Mirador de El Roqueo y me retiraría a dormir, bien acurrucaito en la almohada, leyendo como hacía José Sánchez el atún en escabeche.

En La tasca de Juan, en pleno centro, Juan José Ruiz escribe una nana con un plato de papas. A la papa la duerme confitándola en aceite y luego, la abriga, le pone por lo alto, unas buenas lonchas de jamón atocinado. Nana, nanita, nana de jamón, la única nana del mundo que tiene tocino.

La calle Cádiz es como los premios Príncipe de Asturias pero en comé. Premio al mejor arroz escrito con tropezones para el restaurante El Sopa.

Galardón para el mejor pescao metio en tomate para el atún de Cristobal de Alba en El Puerta Cai.

Premio a la novela fresquita más imaginativa para Rocío Fernández por su ensalada de semimojama de atún con sorbete de mango

Premio Vuelta y vuelta para el mejor relato corto con papas para Agustín Alba, para El yeye, por sus costillas de cerdo en tiernecito.

La calle Cádiz tiene sus “accésit”, que todos los grandes concursos literiarios, tienen accésit, igual que todas las ensaladillas se terminan con mayonesa.

El Escondite es un “accésit” de la calle Cádiz. Comer en ese patio con los árboles plantaos en medio de una ensalada es ciencia ficción en salsa.

Cooking Almadraba, con su atún cocinado a las mil maneras es “accésit” a la imaginación encebollá, al atún en crudo.

Y en la plaza de España se escribe “en colorao”, que es la forma más alimenticia de escribir en Conil, Presentamos la obra “Maqueca”, la colección de guisos de la cocinera Beatriz Moreno.

¿No suena a poesía chocos con chícharo? ¿no es rima asonante el cazón en tomate? ¿No es prosa poética el huevo a la flamenca con su poquito de pimiento morrón por lo alto?

No me quiero dejar de referir a los nuevos poetas conileños, a los jóvenes valores de la prosa que se escribe con tinta apulpada, jugo de bocinegro y crema de papa gorda.

Roberto Sánchez, el de Feduchy centro y playa, escribe pa matarse sobre plancha y fuego lento. A pesar de su edad es uno de los cocineros más premiados en los concursos de Conil y maneja de forma magistral eso de la cocina fusión.

Jamás olvidaré tampoco “el corvinazo” que nos ofrecieron una noche de verano en La Menuda, con unos tacos de pescado escritos en jugosito y con unas papas fritas al alo que le bailaban por freidoras.

Pero en Conil también hay sitio para la literatura de desayuno, que es el libro de comé que se coge con más ganas.

Si existiera un premio “Principe de Asturias” para la poesía a taquitos, seguro que se lo llevaba la Venta La Higuera con sus chicharrones.

Si existiera el “Principe de Asturias” de masas fritas, habría distinción segura para los churros de los finos de La Chana.

Si existiera el “Principe de Asturias” para la imaginación amolletada, seguro que el mollete con chicharrones y pepinillos que ponen en Malcafé se llevaría el gran premio destacando el almohadillado de la miga del pan.

Y el “Pulitzer”. ¿No hay premio Pulitzer para Conil? Pues hay muchos que están locos por “pulirse” un bocadillo de jamón de la Venta Estebana.

Conil salado, Conil de dulce, Conil de durse.

La conchas rellenas de mantecao de Mar Salao, el roscón de Reyes en chiquitito de La Conileña, los trasplantes del horno de Nuestra Señora de Fátima, el hojaldre de nata de Canela y Miel, las azofaifas que los niños tomaban para merendar y los huevos mole…la obra cumbre del dulce coñileno, el Quijote escrito en crema, el Conil amerengado.

Me van a permitir que termine brindando con un vino de Sancha Pérez, para terminar esta pamplina metía en adobo.

Me van a permitir que me confiese enamorado del Conil en colorao, de las sardinas de El Chozo El Cai, del pez cochino, de las almejas de El Pasaje, del pescado al aceite del restaurante Playa, de las castañitas vuelta y vuelta, de los rosquetes gordos de Semana Santa

Me van a permitir que termine ya…porque ya es hora de tomarse algo…que a eso hemos venio.

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