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Y la mujer dejó de parir

Dejar al libre mercado este ámbito estratégico para la protección de la cultura de un pueblo se está demostrando una temeridad.

Publicado: 09/05/2024 ·
09:01
· Actualizado: 12/05/2024 · 09:51
Autor

Rafael Fenoy

Rafael Fenoy se define entrado en años, aunque, a pesar de ello, no deja de estar sorprendido cada día

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En este blog se pretende compartir análisis, reflexión y algo de conocimiento contigo persona lectora

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¿Estaremos ante un fenómeno inédito en la historia de la humanidad? ¡Una huelga de embarazos! Los datos poco margen dejan para el error cuando las consecuencias de la baja natalidad están poniendo en jaque el relevo generacional de una cultura. Porque, más allá del sistema de producción, de la economía, importa preservar la cultura que da identidad a una sociedad determinada. Cada generación recibe de las anteriores el enorme patrimonio cultural de sus ancestros. Asume, o al menos eso debe, la enorme responsabilidad, no sólo de custodiarlo, sino de ampliarlo para poder cederlo incrementado, actualizado, a las siguientes generaciones. Como cada generación tiene un tiempo tasado es imprescindible que sea capaz de reproducirse. Porque si las siguientes no llegan ¿quién recibirá la herencia patrimonial acumulada durante siglos o milenios? Los políticos, absortos en la economía, enfocan la baja natalidad en términos de demanda de mano de obra a futuro y se muestran confiados en que si no es autóctona, será extranjera. Para producir, la nacionalidad o la referencia cultural, poco importa. Es más, si la fuerza de trabajo es foránea y carece de derechos, mejor que mejor. En consecuencia cuando los medios de comunicación abordan como noticia la baja natalidad surgen análisis que tienen mucho que ver con el sistema productivo. Porque quienes de él se benefician parece importarles cada vez menos este alarmante fenómeno. Por un lado, los puestos de trabajo, cada vez en mayor medida, se siguen cubriendo mediante la mano de obra emigrante; y por otro, los sistemas productivos se tecnifican, se digitalizan, se robotizan y la intervención humana cada vez es menos necesaria.

Por ello los procesos productivos no corren ningún peligro porque se produzca una reducción drástica de nacimientos en España. De hecho la población mundial crece casi exponencialmente. Sin embargo, es preciso plantearse las repercusiones que un “no recambio” generacional producirá sin duda en el mantenimiento del patrimonio cultural atesorado por este milenario legado. Lo que para una cultura puede tener valor incalculable para otra puede considerarse incluso nocivo, que debe destruirse. ¿Quién se acuerda de los destrozos que los talibanes hicieron de los Budas de Bāmiyān, que fueron destruidos por disparos de tanques y dinamitados en 2001, después de más de 1500 años de existencia. En la historia de la humanidad las grandes culturas, han ido integrando aspectos culturales de otras. De esta forma no sólo se respeta sino que se protege el patrimonio cultural extraño. La conciencia planetaria ha crecido conllevando la fundación de instituciones como la Unesco que defienden lo que se va calificando de “patrimonio de la humanidad”. Pero, para esta protección de toda una cultura, hacen falta personas que la asuman como propia y esto tiene mucho que ver con la procreación.

La situación comienza a ser preocupante por la reducción drástica de nacimientos. Hace tiempo la humanidad superó el mandato bíblico, quizás por perverso: “Parirás con dolor”. Se ha impuesto la planificación familiar y las técnicas que facilitan el parto sin dolor o previenen los embarazos no deseados. Y todo ello por un cambio radical en la forma de pensar de las gentes. ¿Qué ha permitido este cambio? Hay quien dirá que simplemente ha evolucionado la mentalidad, pero es preciso considerar que la ideología, las creencias, están condicionadas por el modo de producción, es decir, la relación que los seres humanos (en sociedad) tienen con la tierra y que les permite alimentarse vestirse y sobrevivir. El cambio del modo de producción agrario-feudal, al modo de producción industrial-capitalista, está en el origen de la manera como se percibe la procreación. Las mujeres, cada vez en mayor número, optan por no traer al mundo nueva vida humana. ¿Cuáles son los motivos? Hay quien piensa que se ha instalado una especie de egoísmo en las mentes de las mujeres que no procrean. La complejidad del asunto va más allá de una valoración moral que por otro lado no explica nada. Es imprescindible analizar las condiciones materiales en las que se desarrolla la juventud del momento y convenir que el sistema económico se beneficia del acceso de la mujer al mundo del trabajo, sin adaptarse a ella y su papel reproductor. Por otro lado la estructura de parejas, antaño indisolubles, se han vuelto más flexibles y quien da a luz, la mujer, se encuentra que puede ocurrir que deberá asumir, si o si la crianza de su prole en solitario. Hacerlo sin pareja que colabore supone que la cuesta arriba, de simplemente vivir, se hace penosa. Y esta situación se desarrolla en una sociedad del consumo de bienes y servicios donde vivir cuesta, mucho más si tienes descendencia. En definitiva las condiciones económicas, laborales y sociales soplan en contra y la mujer, si no ve condiciones adecuadas para la crianza, no la inicia. Esto les ocurre a muchas especies animales que ante circunstancias adversas dejan pasar el momento de procrear. ¿De qué se sorprenden los humanos? Por otro lado pesa, y mucho, una visión a futuro, ya que quienes nazcan ahora deberán asumir unas venideras condiciones sociales y económicas nada halagüeñas. Y los mercados vienen insistiendo en que “no hay trabajo para todas las personas”, que “no piensan repartir el que hay mediante una reducción de la jornada laboral”, que “la edad de jubilación se alargará hasta “no se sabe”, que “para tener derecho a pensión hará falta haber cotizado 40 o más años”… Y si se quiere encajar tanta variable el puzle se hace imposible. Y entonces “la mujer”, que analiza globalmente el tema, decide “altruistamente” no someter, a las que serian sus criaturas, a pasar por tantas estrecheces e inseguridades como las que ya ella está pasando. Y como afecto es preciso darlo y recibirlo, es cada vez más frecuente que las personas jóvenes en edad de procrear se busquen un perro. Considerar como en la red, antes llamada twitter, el 23 oct 2023 se divulgaba un video en el que se decía: “— 'Toda Europa será musulmana: nosotros tenemos muchos hijos y ellos prefieren tener un perro”. Nada que ver con guerras de religiones o xenofobias. Lo que este twitter manifiesta es un pronóstico que debería instar a la reflexión de quienes definen las políticas de apoyo a la juventud para que sus condiciones de vida, las materiales, trabajo y viviendas dignas les permitieran formar familias. Dejar al libre mercado este ámbito estratégico para la protección de la cultura de un pueblo se está demostrando una temeridad. Fdo Rafael Fenoy

 

 

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