Pues sí y eso que tenía mis dudas. Gracias a estos quince días de intensa, intensísima campaña electoral, ya sé quién quiero que gane este domingo 28 de mayo en nuestro maravilloso, nuestro idílico, nuestro amado pueblo. Y eso que comencé la carrera electoral con dudas, no sabía si votar a ese, al otro o al de más allá. Lo bueno es que, tras escuchar los mítines, tras analizar en profundidad los programas electorales, tras indagar en el pasado de los candidatos y candidatas, tras investigar la capacidad y formación de los componentes de las distintas listas que conforman las candidaturas que optan a nuestra Alcaldía, tras escudriñar si los proyectos y promesas que nos han contado son realistas y viables… pues ya sé con total seguridad quién quiero que gane en estos comicios locales, quién quiero que gane cuando se cierren las urnas a las ocho de la tarde de este emocionante domingo en el que se celebra la mayor de las fiestas democráticas y quizás una de las citas electorales de cuyo resultado más depende el bienestar de los ciudadanos. Ya sé quién quiero que gane, quién quiero que gobierne el Ayuntamiento durante los próximos cuatro años.
Es decir, primero he decidido quién no quiero que gane. No quiero que gane el corrupto. Esa era fácil. No quiero que ganen los farsantes, embaucadores, engañadores, fingidores, impostores, simuladores, embusteros, mentirosos, ni los tramposos. Esos tampoco quiero que ganen. No quiero que ganen losAl margen de que no me presento, lo cual condicionaría mi voto y el de mi suegro, ya sé quién quiero que gane el domingo. Lo tengo clarísimo, cristalino. Ni siquiera me servirá para cambiar de opinión la jornada de reflexión de este sábado, la cual todos y todas sabemos que ha perdido su esencia por culpa de las redes sociales, a las cuales no se les puede poner coto y que evidentemente serán usadas por las distintas siglas políticas para seguir haciendo campaña, diga lo que diga la Ley Electoral. Mensajes, memes, perfiles falsos, usuarios ‘apolíticos’, seguirán bombardeándonos con sus chuflas y sus intentos, en su mayoría vanos, de influirnos de cara al domingo. A mí ya me pueden dar por perdido porque sé ya quién quiero que gane las elecciones.
Y para llegar a esa conclusión, he usado el método de la eliminación. Es decir, primero he decidido quién no quiero que gane. No quiero que gane el corrupto. Esa era fácil. No quiero que ganen los farsantes, embaucadores, engañadores, fingidores, impostores, simuladores, embusteros, mentirosos, ni los tramposos. Esos tampoco quiero que ganen. No quiero que ganen los buscavidas, los que ven la política como un medio para asegurarse una nómina, unos ingresos, los que entran en política para encontrar un trabajo… De hecho, cambiaría la ley e imposibilitaría que fuesen en los primeros diez puestos de cualquier lista personas que no acrediten que el lunes, 29 de mayo, volverán al tajo como el resto de sus conciudadanos. Y aquí, déjenme que me explique. Claro que una persona puede estar en el paro, son muchas las circunstancias que nos llevan a perder un empleo o a no encontrarlo. Alguno de esos motivos viene derivado precisamente de una mala gestión política. Pero también es cierto que la prioridad para una persona desempleada debería ser luchar para edificar su vida… luego ya tendrá tiempo para tratar de edificar la de sus vecinos. Que conste que es una opinión personal, pero que me ayuda a descartar. Sigamos. No quiero que ganen los que fomentan el odio, la desigualdad, la crispación, el insulto, la discriminación… a esos no los quiero ver ni en pintura sentados en la Casa Consistorial. Tampoco quiero que gane la mediocridad, la mezquindad, la vulgaridad, lo anodino… No quiero que ganen los amigos de ajeno, ni los amigos de los amigos de lo ajeno. No quiero que ganen los especuladores, ni los amigos de los especuladores. No quiero que ganen aquellos que buscan cumplir su sueño de avaricia anteponiéndolo al sueño de todo su pueblo.
Tachados y tachadas de mis opciones para el voto los antes citados y citadas, el camino se me despeja, la luz se abre paso y mi mente encuentra la respuesta a quién quiero que gane este domingo en este maravilloso, idílico y amado pueblo.
Quiero que pasadas las nueve de la noche, tras el recuento de los votos, de las papeletas, haya un único ganador… y que éste sea el PUEBLO con mayúsculas. Quiero que ganen nuestras calles, nuestras plazas, nuestro entorno natural, nuestros desempleados, nuestros mayores, nuestros jóvenes, nuestros hijos, nuestros padres, nuestras playas, nuestro patrimonio, nuestra cultura, nuestro deportes, nuestro turismo. Quiero que el lunes las familias más desfavorecidas noten ya que han ganado, que los marginados de la sociedad sepan que están a paso de dejar de serlos, que la educación, el civismo y el interés social mayoritario lloren de alegría y que descorchen champán en sus sedes olvidadas. Quiero que gane el PUEBLO y ojalá así sea. Así que voten como yo, voten lo que realmente piensen que es mejor para el pueblo, no lo mejor para sus siglas, o para ese familiar que va en esa u otra lista. Ni siquiera vote lo que quizás le beneficie porque le hayan prometido algo, vote lo que realmente crea y sienta que beneficiará al pueblo donde vive, al conjunto del pueblo, porque cuánto mejor nos vaya a todos, mejor le irá a usted y a sus seres queridos. Vote con la cabeza, con el corazón, pero vote por el PUEBLO.