La supervivencia de Carlos Alcaraz en el Masters 1.000 de Madrid estuvo mucho tiempo en entredicho, pendiente de su inspiración y de la resistencia del finlandés Emil Ruusuvuori, que terminó inclinado ante la reacción y la mejoría del vigente campeón, que en tres sets (2-6, 6-4 y 6-2) resolvió el compromiso para avanzar a la tercera ronda.
Le espera al murciano, que ya lleva seis victorias seguidas en tierra, el búlgaro Grigor Dimitrov, que se deshizo justo antes del francés Gregoire Barriere, en los dieciseisavos de final del segundo Masters 1.000 sobre tierra de la temporada.
Estuvo llena de incertidumbre la puesta en marcha de Carlos Alcaraz en la Caja Mágica ante un rival incómodo, que supo jugar con las emociones que condicionaban al español, lastrado por el peso de la responsabilidad y por la presentación ante su público.
Porque Alcaraz, que reaccionó a tiempo, mostró una de las versiones más grises en el primer tramo de su aparición en la pista Manolo Santana de la Caja Mágica. No fue el tenista desenfadado y alegre que da la sensación de disfrutar cada vez que acomete un compromiso. Nada que ver con las dos ediciones anteriores que jugó en Madrid. La primera como gran reclamo, como una prometedora promesa que cumplió su sueño de medirse a Rafael Nadal en la central, en su cumpleaños.
Tampoco se pareció al del pasado curso. Distanciado, alejado de la realidad que asombró en la Caja Mágica en 2022, el de su confirmación. Cuando ganó partido a partido a los mejores del circuito hasta triunfar en la final y coronarse en Madrid. Consolidado. Salió del Masters 1.000 agigantado, con el respeto más que ganado por el resto del circuito. Poco después llegó su primer Grand Slam, en Nueva York, y el número uno del mundo.
Como primer favorito irrumpió en esta tercera edición, como segundo jugador del circuito. Obligado al éxito. Apechuga Alcaraz ahora con esa condición, con la presión de tener que responder a las expectativas que de buena manera se ha ganado en su recorrido. Es el gran aliciente de la competición, sin señales de vida del 'big three' que acaparaba la expectación.
Pero nada salió al principio como pensaba el español de 19 años en su debut. Frente a un adversario incómodo, con un saque solvente y sin estrés en la pista, aprovechó su ocasión para firmar una actuación con la que Alcaraz no contaba.
Sin frescura y carente del descaro que somete a sus rivales, excesivamente fallón en algunos golpes y sin la precisión en momentos clave para hacerse con el control del partido, buscó soluciones de otra manera. En el empuje, en la fe y en la determinación. A veces en el riesgo, en los ángulos y en las líneas. Y también talento.
Instalado en el filo en cada momento, logró su objetivo en el séptimo juego del segundo set, con el partido cuesta arriba, con el marcador en contra. Rompió Alcaraz por fin y lo celebró como quien festeja a lo grande el triunfo en un partido. Se desahogó. Le bastó esa rotura que desvió la manga para igualar el duelo, para abocarlo al tercer set.
Atrás quedaron momentos de desesperación que Alcaraz no pudo disimular. Como cuando tiró la raqueta al suelo, frustrado, al estrellar contra la red el último punto del quinto juego del segundo set que mantenía la ventaja (3-2) del finlandés.
Pero ese 'break' fue un punto de inflexión. Un giro definitivo a la situación. Consolidó esa rotura y se apuntó el parcial, la manga. Igualó el partido. Ruusuvuori, que había logrado imponerse a Alcaraz hace dos años en el Masters 1.000 de Miami, en la primera ronda, empezó a asumir que su gran oportunidad se había escapado.
Decayó el finlandés a la vez que creció, con sosiego, con tranquilidad e inspiración, el tenis habitual del español, que encontró por fin la comodidad y llevó el choque por el lado que quería para terminar al final como vencedor después de dos horas y cuarto de lucha, sufrimiento e incertidumbre.
"Tienes que estar todo el rato ahí. No todos los partidos puedes jugarlos como quieres. Hay que saber que vendrán momentos duros ante jugadores que la gente no ve muy potentes, muy fuertes y son partidos muy duros. Hay que estar con humildad, asumir que las cosas no salen como quieres y tirar de actitud. lo tengo claro. Hay que aceptar que las cosas no van a venir bien siempre", reconoció a pie de pista Alcaraz.
"He estado a un punto de perder. Ruusuvuori estaba jugando muy bien y no veía la forma de dar la vuelta a la situación y encontrar la manera. Estoy feliz de superar este momento duro y ganar el partido", insistió el tenista español.
Dimitrov espera a Alcaraz en la tercera ronda. El búlgaro, un clásico del circuito, ganó por 7-6 (6) y 7-6 (2) al francés Gregoire Barrere.
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Carlos Alcaraz esquiva una trampa
La supervivencia de Carlos Alcaraz en el Masters 1.000 de Madrid estuvo mucho tiempo en entredicho, pero remontó a Ruusuvuori para avanzar a tercera ronda
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