—¿Cuándo le comunicaron su nombramiento?
—El 4 de marzo me llamó el ministro del Interior para comunicarme que mi propuesta de nombramiento iría al Consejo de Ministros. Esto significa que se asciende al día siguiente. Así, el 5 de marzo, el Consejo de Ministros, a mi junto a otros compañeros, nos promovieron al empleo de General de Brigada.
—¿Lo esperaba?
—Esperanzas sí que había, porque esto no es una lotería. Cuando uno llega al empleo de Teniente Coronel, hay un curso de capacitación que es para aquellos que en su día podrían ascender a General. Es un curso obligatorio y yo, en su momento, lo hice. Todos los que hacemos ese curso tenemos posibilidades. Además, tengo la fortuna de que mis compañeros me dejaron ser el número uno de la promoción (risas). Por lo tanto, sí que tenía mis esperanzas. No obstante, hay compañeros que están tan capacitados o más que yo y se quedan en el camino. Yo he tenido la inmensa fortuna de poder dar el salto.
—¿Qué ha supuesto para usted este ascenso?
—Ha sido una ilusión tremenda. Soy hijo de Guardia Civil y he sido Guardia Civil de a pie. Recuerdo que, por entonces, cuando veía a un General era como ver a Dios. Y ahora soy yo el General. He llegado a una meta muy alta y para mi es una alegría inmensa que compensa todo mi trabajo y dedicación a la Guardia Civil.
—Todos los trabajos deben serlo, pero ¿es éste especialmente vocacional?
—Sí, al cien por cien. En mi caso, siempre he querido ser Guardia Civil, es decir, es puramente vocacional. Dicen que sólo hay dos profesiones vocacionales, la religiosa y la militar; e, insisto, en mi caso, lo es. Estoy muy satisfecho.
—¿Qué valoración hace de estos años al frente de la dirección de la Academia de Baeza?
—Muy positiva. Cuando llegué, la Academia funcionaba muy bien y contaba con una plantilla maravillosa. Sólo tuve que dar ciertos retoques para que siguiera el camino que yo quería. Hemos podido hacer muchas cosas, porque así nos lo permitieron los mandos superiores y teníamos medios e ilusión. Damos clases más acordes a los tiempos, porque lo pedía la evolución. Hemos hecho infraestructuras muy adecuadas y he experimentado el cariño de toda la Academia. Ha sido un regalo de Dios.
—Entonces, en estos últimos años la Academia ha evolucionado, ¿no es así?
—Pues sí y por dos motivos: porque tenía que evolucionar y porque yo he empujado un poquito. Pero, sobre todo, ha sido posible porque he contado con un magnífico equipo de colaboradores de todos los empleos. Y como este coche es de todos, todos hemos empujado. Uno quiere lo mejor para la Guardia Civil porque, a su vez, esto tiene su reflejo en la sociedad, por lo que estamos obligados a evolucionar.
—¿Conoce ya su nuevo destino?
—Voy destinado a la Jefatura de Enseñanza, con lo cual sigo dedicándome a lo mismo aunque como responsable a nivel de la Guardia Civil de la enseñanza. Por lo tanto, la Academia de la Guardia Civil sigue dependiendo de mí, pero a otro nivel. De esta forma, todas aquellas iniciativas que hemos puesto en marcha, podemos seguir adelante con ellas y exportarlas a otros centros de enseñanza porque han dado muy buen resultado.
—Fue profesor de la Academia de Úbeda, ¿qué recuerdos tiene?
—Yo era un joven Teniente salido de la Academia, recién casado, y en Úbeda nació mi hija mayor. Yo era la ilusión pura hecha Teniente (risas). Fue todo muy bonito. Además, a mi mujer y a mi nos gustan mucho las piedras, y Úbeda las tiene todas juntas.
—Son muchas las condecoraciones que ha obtenido a lo largo de todo este tiempo, ¿alguna especial?
—La verdad es que tengo bastantes, porque mis jefes han sido muy buenos. Destacaría dos: una fue por ser el número uno de mi promoción y, otra, porque estando de Capitán en Toledo hubo un incendio en un hospital y tuvimos que trabajar duro. Éstas son, quizá, las que tengo más en el corazón.
—¿Qué opina de la reducción de plazas en la Academia de la Guardia Civil de Baeza?
—Que es una pena pero, teniendo en cuenta la situación económica del país, no se podía hacer otra cosa. Nos vamos a quedar con un veinte por ciento de lo que había, pero estamos intentando traer otros cursos o que los profesores hagan cursos de reciclaje. Ha sido una pena porque la ciudad de Baeza, que nos quiere con locura, lo va a sentir. El Guardia Civil en las calles de Baeza ya formaba parte de la sociedad. Sé que hay muchas empresas e, incluso, particulares, que se van a resentir. Va a ser un duro palo para Baeza y su entorno. Esperemos que dure lo menos posible y que el año que viene nos recuperemos. Pero, insisto, no se podía hacer otra cosa. La crisis ha llegado también a la Administración y, en este caso, a la Guardia Civil.
—¿En qué medida afecta al Cuerpo de la Guardia Civil esta reducción?
—Si esta medida se mantuviera muchos años, sí que nos perjudicaría porque anualmente nuestra tasa de reposición está alrededor de dos mil trecientas personas. Si la medida se prolongara en el tiempo, perderíamos efectivos y las unidades se quedarían sin gente. Pero no creo que se mantenga mucho tiempo. También es verdad que el Gobierno ha aprobado una medida complementaria por la que los Guardias que antes se retiraban a los 58 años, ahora pueden seguir de forma voluntaria hasta los 60. Esto significa que unos trescientos o cuatrocientos Guardias que antes se podían retirar por edad, ahora pueden continuar, lo que acarrea menos necesidad de efectivos. De igual modo, hay que tener en cuenta que llevamos cuatro años con cinco mil Guardias, y eso ha sido mucho. Por lo tanto, una cosa compensa la otra.
—¿Y con respecto a la reapertura de la Academia de la Guardia Civil de Úbeda?
—Mi vida está muy vinculada a Úbeda y le tengo un cariño especial. Como ya sabe, el 4 de diciembre del pasado año, se firmó un protocolo entre el Gobierno central, la Junta de Andalucía, la Diputación de Jaén y el Ayuntamiento. Ahora está en la fase de planificación y recalificación del suelo. Puede que la crisis ralentice algo este proceso, pero en un principio está previsto que la Academia como tal abra en el 2014. Por lo tanto, aún tenemos tiempo de reaccionar. Personalmente, estoy encantado de que se abra porque yo me he criado allí.
—¿Qué se lleva en el recuerdo de todos estos años en Baeza y Úbeda?
—Muchas cosas, como el cariño de la gente. Yo he estado todo este tiempo solo, porque mi familia por motivos de trabajo reside en Madrid, pero me he sentido arropado por todo el mundo. Y no me refiero sólo a la Academia, sino también a Baeza, que es una ciudad adorable y me ha tratado siempre con un gran cariño. Me he sentido como en casa y, encima, como soy andaluz, más todavía. Por lo tanto, me voy encantado de haber estado aquí. Uno quiere irse porque ascender supone asumir más responsabilidades. Ojalá pudiera ascender, pero seguir aquí, aunque la familia la tengo en Madrid y también tira. Ha sido una experiencia maravillosa y gratificante, lo mejor que me ha podido pasar en mi vida. Me llevo mis fotos de Baeza y Úbeda, mi olivo de plata y hasta mi cuadro de la Catedral que, por cierto, ya los tengo puestos en el nuevo despacho.