“Salpicar así el nombre de la Iglesia y el nombre de la inmensísima, abrumadoramente inmensa, comunidad de sacerdotes católicos es algo que tiene una intencionalidad y bien lo saben quienes la orquestan”, afirmó el arzobispo en la homilía de la misa crismal, la primera que preside como arzobispo en la catedral de Oviedo.
A la ceremonia, en la que se han bendecido los santos óleos que posteriormente se distribuyen en las parroquias de Asturias para la celebración de los sacramentos, han asistido 190 sacerdotes, la práctica totalidad de los que hay activos en la región.
Tras recordar que en las últimas semanas se han conocido casos “bien lamentables” de sacerdotes y religiosos que han cometido “uno de los pecados más deleznables: abusar de los más pequeños de modo torpe y cobarde”, el arzobispo asturiano recordó que en el Evangelio se dice que “más le valdría a los tales que les colgasen una rueda de molino al cuello y los tiraran al mar”.
Añadió que, al igual que Jesús “no usa de paños calientes” a la hora de defender a los más pequeños, Sanz incidió en que quienes han cometido tales pecados deben dar cuenta “ante Dios y ante los tribunales”.
No obstante, calificó de “exceso” que se quiera generalizar estos casos “a todo el clero católico” y adviritó de que, aunque haya personas bautizadas y sacerdotes que hayan cometido este “terrible improperio”, la pederastia “no es un pecado cristiano”.
“Todo mi respeto hacia nuestros curas, que incluso tienen que sortear la sospecha y hasta el desprecio por verse metidos en este cajón de sastre, de modo injusto y falso”, señaló el arzobispo ante los cientos de fieles que se han dado cita en la catedral.
El arzobispo de Oviedo Jesús Sanz Montes cerró su referencia a la pederastia con un símil en el que ha asegurado que la Iglesia “no va a mirar hacia otro lado ante estos árboles viciados e infectos” pero que no se cansará de “seguir agradeciendo la bondad y salud del mejor bosque que sabe darse por entero”, aseguró.