El próximo sábado, 12 de noviembre, las asociaciones Toral-Soler y Santa Bárbara, de Alcalá la Real, organizarán una visita a la exposición “El Gran Viaje”, del artista alcalaíno Paco Montañés, que desde el pasado mes de octubre puede verse en el Palacio de los Condes de Gabia, de Granada. Se trata, sin duda, de una de sus exposiciones cumbre. Para conocer más sobre esta gran muestra, Alcalá la Real Información ha entrevistado al pintor.
Como ya se ha dicho en la presentación de esta muestra pictórica, este gran viaje se divide en tres, el primero de los cuales es el viaje geográfico. ¿Qué protagonismo tiene dentro del conjunto de obras expuestas? Después de conocer lo esencial, que puede aprenderse durante la infancia, lo que sucedió en Alcalá la Real, llega un momento en el que el viaje se convierte en una fuente de contrastes con las experiencias y lo establecido en el pasado. Viajar me ha dado la oportunidad de conocer otros modos de pensar con los que enriquecer y ampliar mi actitud ante la vida y el arte.
Nos hablas también de un viaje en el tiempo, aquel en el que el artista se encuentra con las obras de los maestros antiguos. ¿Quiénes son estos referentes? Al igual que pertenecemos a una familia donde se establecen las bases de nuestro carácter, la herencia de los maestros del pasado ha sido una base primordial para el aprendizaje y desarrollo de cómo entiendo el arte. Desde el aprendizaje de la técnica, fundamental para cualquier expresión en el dibujo y la pintura figurativa, a las emociones transmitidas por esos maestros siglos atrás, que en nada cambia con las que podemos sentir ahora. Los primeros referentes fueron para mí los maestros europeos, con Velázquez al frente, pero gracias a los viajes por otros continentes, he ido descubriendo otros modos de hacer con la misma hondura y belleza.
Finalmente, la esencia de esta exposición se completa con el viaje interior, “la búsqueda del sentido profundo del propio camino artístico y vital”. ¿En qué punto de este camino te encuentras en este momento? A casi cumplir tres décadas en esta vocación del arte, la importancia está en la mirada interior, en cultivar la tranquilidad, que luego es fuente de concentración y acierto en el momento de pintar. Es un proceso lento y gradual de depuración, en el que las expectativas y apegos disminuyen y la calma está presente con más constancia. De esta calma nace la naturalidad de la obra.
La exposición abarca más de un centenar de obras que pertenecen a un período de veinte años, entre 2002 y 2020, ¿cómo ha cambiado tu obra a lo largo de estas dos décadas? Una exposición de esta amplitud temporal y con tal cantidad de obra expuesta, 167 obras en total, me ha exigido una revisión de lo que he hecho en estos últimos veinte años. Entre las obras más tempranas, como el retrato de mi maestro japonés de caligrafía, y los últimos dibujos se establecen lazos fuertes. Existe una misma mirada y una constante búsqueda del otro, de extraer lo mejor de cada ser humano, la serenidad que todos albergamos, recogida en estos retratos.
¿Es la valentía, el deseo de innovación o el gusto por la experimentación lo que te lleva a trabajar con materiales tan diversos como seda de la India o porcelana china? Es una inagotable curiosidad que me ha llevado a conocer las manifestaciones artísticas más diversas. Para poder comprenderlas tuve que aprender sus procesos en las fuentes originales. Trabajé junto a maestros de cerámica en Tailandia y China o miniaturistas y maestros de la seda en India. Todos ellos sumaron algo a este intenso camino. Gracias a la generosidad de todos ellos pude crear obras como las que ahora se pueden contemplar en la exposición.
¿Te consideras totalmente libre a la hora de crear? Hay dos vertientes de mi trabajo: En el caso de las obras de la exposición, todas están hechas con la más absoluta libertad, tanto en el medio elegido, como en los acabados y el tema escogido. La otra vertiente es el trabajo de encargo, que tiene ciertos condicionantes que trato de integrar del modo más bello posible.
Decía recientemente Aurora Luque que “la poesía no consuela tanto como la religión, pero acompaña”. ¿La pintura también comparte esta componente terapéutica? El arte en todas sus ramas es fundamental para una persona sensible. La creación artística alienta a las personas a creer en el ser humano, a mirar hacia lo profundo que llevamos dentro. Ese componente terapéutico está más que probado, no solo para el que lo lleva acabo, sino también para el que lo disfruta y siente. Sería maravilloso que el sistema educativo enseñase a los niños los valores que contiene la creación, empezando por la constancia y el respeto al silencio y la concentración.
¿Próxima parada de tu Gran Viaje? Parada en Ginebra en el mes de diciembre con motivo de otra exposición que está enlazada con esta de El gran viaje. Se trata de un proyecto que llevé a cabo gracias a la fundación suiza Pamir Bridges en 2017 en Kirguistán, una mirada a los nómadas de alta montaña y a la riqueza humana de siglos de intercambio en la ruta de la seda.