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Curioso Empedernido

La dificultad para comunicar

Hemos dado un salto de gigante en disponer de medios para comunicarnos, lo que no garantiza que lo hagamos más y mejor

Publicado: 08/09/2022 ·
09:17
· Actualizado: 08/09/2022 · 10:13
  • Juan Antonio Palacios. -
Autor

Juan Antonio Palacios

Juan Antonio Palacios es observador de la conducta humana, analista de la realidad y creador de personajes literarios

Curioso Empedernido

Curioso empedernido. Curioso de las tres pes, por psicología, la política y el periodismo, y alérgico a las fronteras y murallas

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En las últimas décadas hemos dado un salto de gigante en disponer de medios para comunicarnos desde los convencionales hasta las múltiples plataformas en las redes sociales, lo que no garantiza que lo hagamos más y mejor.

Actos de todas las modalidades  e inauguraciones cotidianas  y solemnes, son escenarios en los que  escuchamos intervenciones huecas y vacías de contenido, y pobres y sin ningún brillo en las formas. Son el mayor ejemplo que pueden circular mensajes que ni lleguen ni entiendan nadie.

Comprendo que saber transmitir los horrores y los errores, las presentaciones y los proyectos, y hacernos presentes, aunque estemos ausentes, no es tarea fácil, porque si tras todos esos esfuerzos quien nos escucha no entiende nada de nada es que no nos hemos explicado bien.

Contar nuestra historia es relativamente fácil, hacerlo con la de los demás resulta más audaz y difícil, y nos hace manejar un discurso más arriesgado sobre las aceptaciones y rechazos de nuestras afirmaciones que no se confirman y espirales que nunca terminan.

Asistimos a diario a apasionadas discusiones que no conducen a ningún sitio y elucubraciones que solo producen enredos, y es como si miráramos desde otro mundo y habláramos un lenguaje desconocido, que nos hace estar cada vez más lejos de los receptores de nuestras palabras y de nuestros gestos.

Cuando dudamos sobre lo que queremos decir quisiéramos escapar y no caer prisioneros de la angustia, sorprender con lo diferente que nos enriquece a todos y todas, quedarnos con la boca abierta cuando parecía que no  nos sorprendíamos de nada.

Nos codeamos con lo que no tiene valor y ocultamos aquello que se nos anuncia como una gran noticia, y pasamos de la narrativa a la poesía, de la agresión a la caricia, de los versos sueltos a los cabos amarrados. Ni adormeceres  dulces ni despertares convulsos.

En ocasiones tendemos a maximizar o minimizar nuestras expresiones según nos interese, y ponemos en jaque a todos los que nos rodean con circunloquios y extravagancias, con contundencia y originalidad, utilizando recursos o inventándoselos.

Casi siempre que nos enfrentamos a un auditorio real o virtual es como hacerlo con nosotros mismos, y hay ocasiones que paradójicamente cuanto peor estamos mejor nos comunicamos y con más claridad vemos lo positivo, y compartimos el poder de nuestra autenticidad.

Y en la mayor o menor dificultad para comunicarnos es importante, no solo el poder de la palabra sino de la música para transformar y hacer que los demás vibren con nosotros. Para eso es bueno aprender a abrir caminos y desafiar las miserias del no saber que decir con pequeños gestos, para hacer que nuestros receptores se sientan especiales.

Ver los secretos de las gentes en sus caras, sus rutas interiores y exteriores, nos ayuda a hacerles participes de los nuestros, y aprendemos a saber que nos beneficia y nos perjudica en esa relación. A la hora de conversar hemos de tener en cuenta que cada persona tiene su historia singular, con un contexto social, cultural y laboral específicos y un sistema emocional también muy particular.

Ni debemos ni podemos aplicar fórmulas para comunicarnos, ya que cada uno de nosotros es diferente, hemos de actuar con perspectiva y cautela.

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