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Manolo García, la humildad hecha música en un memorable concierto en Sancti Petri

La sonrisa y la felicidad con la que salió el público tras dos horas y media de concierto no hay terapia ni coach que lo consiga

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Resulta prácticamente imposible escribir una crónica que haga justicia al concierto que ofreció este jueves Manolo García en el Concert Music Festival. Se podrían emplear muchos adjetivos para describir al artista y su espectáculo, como humilde, entregado, apasionante, carismático, virtuoso, inolvidable, grandioso, mágico, emocionante, inigualable, y otros muchos, pero todos ellos se quedan cortos. No hay palabra inventada ni aceptada que pueda describir lo que hace Manolo García cuando se sube a un escenario. Lo de este artista no tiene explicación, es sobrenatural.

No es solo su música, no son sus letras, no es su puesta en escena, eso lo tienen muchos otros artistas del panorama musical. Manolo García es mucho más que eso. Es una filosofía de vida. Esa es su nota diferencial, la que le hace destacar y la que le permite conectar con la sensibilidad del público. Como él mismo reconoce, “la norma es sencilla: pensar en los demás”. Naturalidad y cercanía. Parece fácil pero no debe serlo cuando solo unos pocos lo ponen en práctica, entre ellos Manolo García.

De ello pueden dar fe las miles de personas que asistieron el jueves al Concert Music Festival. La sonrisa y la felicidad con la que salió el público tras dos horas y media de concierto de Manolo García, no hay terapia ni coach que lo consiga.


El músico catalán salió al escenario con guitarra eléctrica en las manos y prendió la mecha de su espectáculo con el clásico Insurrección. Seguidores de todas las edades le esperaban sentados, pero eso duró poco. El cantante llevaba apenas unos segundos sobre el escenario y ya tenía a buena parte del público en pie. Una sola canción. Efecto muelle. Y ya Chiclana estaba rendida a sus pies.

A su icónica Insurrección, siguió Lejos de las leyes de los hombres. Solo era el principio. Tras una breve presentación: “Gracias por permitir que nos encontremos con la vida real, que sois vosotros”, llegarían Tinta y lápiz y Un alma de papel.

Si algo ha caracterizado siempre a Manolo García es su fuerza y energía sobre el escenario, pero el tiempo que ha permanecido alejado de los escenarios a consecuencia de la pandemia le ha hecho volver con más poderío, si cabe. Arrasaba.

El cantante catalán fue intercalando  temas de sus dos últimos discos, Mi vida en marte y Desatinos desplomados, con composiciones consagradas de su fructífera y aclamada trayectoria. De sus recientes trabajos se escucharon los temas Un poco de amor, Quisiera escapar, Reguero de mentiras, Diez mil veranos, entre otros.

Con su singularidad manera de comunicarse con su público agradeció la asistencia y hasta explicó su espectáculo: “Cómo vais viendo estamos mezclando canciones antiguas y nuevas. La pretensión es complacer a los amigos que venís. Sé que muchos hacéis un tremendo esfuerzo y muchos kilómetros. Y os juro que lo sabemos. Lo valoramos mucho y por eso mezclamos canciones para que esté a gusto de todos. La norma es sencilla: pensar en los demás”.

La versatilidad de Manolo García se dejó ver también en la instrumentación tan variada en la que se apoyó durante el espectáculo, rotando por los sonidos de la guitarra, la pandereta y hasta el bongo, todo ello en sus manos. A sumar a los sonidos de violín, batería, teclado, bajo y guitarras, de los músicos que siempre le acompañan. “¿Estáis a gusto?”, preguntaba el artista. Y cómo no, el público respondió con un rotundo. Pero hay respuestas que no hace falta pronunciar: “Sin la mascarilla, puedo veros la sonrisita... veo que estáis bien. Al final la felicidad es la paz, la tranquilidad”.

El espectáculo era tal que el público se desbordó en aplausos y ovaciones: “Manolo, Manolo”, vítores a los que el artista respondió con la humildad que le caracteriza. “Muchas gracias, pero somos eslabones de una cadena. Nadie es solo por sí, solo. Si tuviéramos presente esto, nos iría mejor a todos. Manolo, Manolo, No. Mejor, todos”.

Manolo García estaba completamente entregado, lo vivía al máximo, como se viven las cosas por última vez, pero sin serlo afortunadamente. “Ay dios mío, que se me sale la garganta por las orejas. Hace un rato me ha salido un gallo, y he dicho: ‘Que más da, si he tenido el COVID’. Le ponemos ganas, las mismas que vosotros. Siempre, siempre. La magia de reencontrarnos con amigos nos da la vida a todos los músicos”, confesó el artista justo antes de sorprender a todos con la parte más flamenca del espectáculo.

A ritmo de rumba y convirtiendo el escenario en una especie de tablao flamenco, interpretaron Maturranga y Laberinto de sueños. “Nos hemos ido por rumbas, con todo el respeto. Nosotros somos pop rock. Pero bailar lo que queráis. Esto es un oasis, qué buen rollo tenemos”.

La sucesión de temas fue disparando el ambiente, ya de partida extraordinario. Buen ritmo y mucho desplazamiento y movilidad sobre el escenario y fuera de él. Como es tradición en sus conciertos, Manolo García bajó del escenario para sentir de cerca el calor del público. A pocos centímetros de este, interpretó su siempre aclamado Pájaros de barro.

Durante las dos horas y media que se prolongó el concierto no faltaron sus canciones de siempre, como A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando, Nunca el tiempo es perdido, Un giro teatral, Caminaré o Si te vienes conmig’, entre otras.

Como era de esperar en alguien tan generoso como él, no podía acabar el concierto sin presentar a los músicos que le acompañan: Víctor Iniesta, a la guitarra;  Josete Ordóñez, a la guitarra española; Juan Carlos García, al teclado y la percusión; Olvido Lanza, al violín; Íñigo Goldaracena, al bajo; Charlie, a la batería; y Ricardo Marín, a la guitarra eléctrica.

Manolo García se marchó dos veces del escenario para regresar poco después a complacer a sus seguidores. “He escuchado que queréis otra. ¿Dónde vamos a estar mejor que aquí, pecadores?”, dijo imitando a Chiquito de la Calzada. Era evidente que el público no quería que esa noche acabara nunca, pero Manolo García tampoco, y cada vez que parecía que el concierto llegaba a su fin, el artista catalán regalaba un nuevo tema, manteniendo hasta el final la sensación de que aquello no se acababa. “Este ratito es la bomba. Cada año hay menos móviles filmando. Eso es porque estáis aquí. Os siento aquí”, dijo.

Casi al término del concierto pidió al público que se sumará con él para cantar El rey, recordando a Vicente Fernández.

El artista catalán mantuvo la intensidad durante las dos horas y media de concierto. Parece que los años no pasan para este genio. Manolo García demostró tener cuerda para rato. Afortunadamente... porque parafraseando lo que dijo el artista cuando el concierto se acercaba a su fin: “Si un día me falta esto… ME MUERO”.

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