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Una jerezana en Uvalde: “Estoy en shock, es muy duro; aún no he procesado lo ocurrido”

Alba Romero, una profesora de 33 años de Jerez que da clases en una escuela cerca del colegio donde ocurrió la masacre, relata a Viva Jerez cómo vivió el suceso

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  • Imagen captada por Alba de una pancarta en un restaurante de Uvalde, un pueblo que se está volcando con los familiares de las víctimas. -

Cuando Alba Romero, una profesora jerezana de 33 años, aterrizó el pasado mes de julio en Uvalde, Texas, para dar clases durante todo el curso en una escuela de primaria cargada de ilusiones para vivir una experiencia inolvidable, nunca se le pasó por la cabeza que su viaje de regreso a España de este domingo esa maleta de vuelta iba a estar cargada de dolor y de angustia. Su colegio estaba a solo cuatro minutos en coche de la Escuela de Primaria Robb, donde el pasado martes murieron tiroteados 19 niños y dos profesoras a manos de un joven de 18 años.

Pasamos miedo; no sabíamos hasta qué punto estábamos en peligro”

Desde entonces “estoy en shock, es muy duro; aún no he procesado lo que ha pasado”, relata a Viva Jerez desde Uvalde, un pueblo pequeño de apenas 15.000 habitantes “donde la mayoría de la gente está conectada”. De hecho, los alumnos del colegio donde ocurrió la tragedia estuvieron en el suyo en Primero y Segundo antes de irse al centro donde se produjo la masacre para cursar Tercero y Cuarto. “Aquí todos los profesores conocen a los estudiantes y a los compañeros de los otros centros. A principios de curso hacemos formaciones en las escuelas del distrito y nos juntamos con los maestros de otros colegios. Somos una comunidad muy conectada. Mi director fue incluso director de esa escuela (por la del tiroteo) el año pasado”, explica.  

Todos conocen a un familiar, amigo o conocido de las víctimas. Es inevitable. Por eso todavía le toca más de cerca. “No dejo de pensar en todas las familias y especialmente en los niños y niñas afectadas por lo sucedido”.
El martes faltaban tres días para que terminaran las clases, pues allí las vacaciones son en junio y julio y el curso se reanuda en agosto. El ambiente era el típico de la última semana de colegio, hasta que todo cambió en cuestión de segundos. Fue en ese momento cuando Alba se dio cuenta de que era real, y no estaban ante un simulacro, el cual suele hacerse en la recta final del curso.  

Ella es tutora de un grupo de 18 alumnos de Segundo, de 7 y 8 años, y les avisaron de que estaban en situación de Lockdown. Traducido al español significa “enciérrate donde estés”, ya sea en casa, en la escuela o en un supermercado porque “hay un peligro fuera”. En el momento que se decreta esta alerta, el protocolo contempla que deben bloquear las puertas de las aulas, tapar cualquier ventana y mantenerse alejados de ellas para situarse cerca de alguna pared de ladrillos y en el suelo con las luces apagadas y en silencio. “Normalmente esto se hace aquí como en España podemos hacer uno de incendios, sin imaginar nunca que algún día puede pasar de verdad”, aclara.

De nuevo la realidad superaba la ficción. Estuvieron así durante tres horas “hasta que la Policía escoltó a nuestros alumnos uno a uno a los coches de las familias que vinieron a recogerlos”. Tres horas que se hicieron eternas y en las que llegaron a temer por su vida. “Pasamos miedo e incertidumbre. No sabíamos hasta qué punto nosotros también estábamos en peligro. Ni siquiera la Policía sabía si se trataba de un solo atacante o podían ser más y estar organizados por las diferentes escuelas”, indica. 

De hecho, por precaución, los agentes acudieron al colegio “con ametralladoras” para protegerles e incluso algunos padres se ofrecieron voluntarios antes de que llegara la Policía para hacer guardia alrededor de las escuelas con sus propias armas para velar por sus hijos mientras estaban dentro. Ella misma se encargó de calmar a los progenitores de sus alumnos mandándoles correos electrónicos para que estuvieran tranquilos.

Un pueblo de luto

También avisó a sus padres para decirles que había Lookdown y estaban encerrados por amenazas de disparos, pero que no era en su escuela y que estaba bien. No perdió el contacto con ellos en ningún momento. Ahora, no ve la hora de reencontrarse con los suyos. Sin lugar a dudas serán la mejor medicina contra la experiencia que le ha tocado vivir.

 Hasta entonces le queda despedirse de sus compañeros -las clases se han suspendido y solo van al colegio los profesores- recoger el aula y realizar los últimos informes, como ya están haciendo estos días vencidos por el desánimo. “Estamos destrozados, nos pasamos la mitad del tiempo hablando y llorando.  El director nos ha dado flexibilidad y nos ha dicho que vayamos cuando queramos. Son días muy duros en el pueblo y su buena gente está de luto. Todos tienen familiares o amigos o conocidos afectados por esta tragedia".

Al haberlo vivido tan de cerca, para Alba "es muy importante" hacer llegar a su país y darle la máxima difusión posible a la manera en la que se puede colaborar con las familias que han perdido a sus seres queridos o los tienen heridos. 

En el documento adjunto a este texto aparece toda la información remitida por esta jerezana para realizar donaciones internacionales y ayudar a las familias de las víctimas a costear los gastos de hospitalización de los heridos en un pueblo donde todo el mundo "se está volcando". 

 

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